Michael Adams gana el VIII Gibtelecom Masters de ajedrez 2010

«El otro disgusto le vino de la mano de Final de partida, porque la representación de esa obra le hizo enfrentarse con uno de esos directores estatales que, a pesar de las intrucciones dadas por Beckett, planificó la representación como le dio la gana y de no haber sido por las protestas de Miller, Kundera, Ionesco y yo mismo, el público hubiera visto una función distinta a la idea original». Aunque, según el dramaturgo melillense, estas circunstancias adversas no mermaron la capacidad de trabajo de Beckett. «Durante estos últimos años su actividad fue frenética.


Hace pocos días se estrenó en la televisión francesa la última representación de Esperando a Godot, dirigida por él mismo. Supongo que dentro de poco se podrá ver en la televisión de España, aunque después de saber que no transmitieron el juicio de Ceaucescu completo, no sé qué pensar».Reacio a las etiquetas, Arrabal confesó que no se considera un autor de Teatro del Absurdo y aprovechó para narrar una anécdota perfecta para comprender la opinión de Beckett al respecto. «Un día llegó Susana con un libro en el que se incluían obras de Ionesco, él y yo mismo, tituladoTeatro del absurdo, Samuel al verlo dijo:" ,teatro del absurdo?,iqué absurdo!"». Cuando se le preguntó sobre su compartida afición al ajedrez con Beckett, un azorado y repentinamente tímido Arrabal eludió la respuesta con un «creo que no debo contestar. Mi relación ajedrecística con Beckett fue demasiado íntima para comentarla en público».

Soy un tipo solitario, no estoy casado, estoy entrando en la edad madura y no soy rico. He estado en la carcel más de una vez y no me ocupo de divorcios. Me gusta el alcohol, las mujeres, el ajedrez y algunas otras cosas. No agrado ni me agradan los policías pero conozco a un par de ellos con los que me llevo bien. Soy hijo natural, mis padres han muerto, no tengo hermanos ni hermanas, y si alguna vez llegaran a dejarme tieso en cualquier callejuela oscura, nadie, ni hombre ni mujer, sentirá que ha desaparecido el motivo y fundamento de su vida».Quien así se describe, con magnífica sobriedad conceptual, sin autocompasión, es Philip Marlowe, detective privado de Los Angeles, y una de las criaturas más entrañables y perdurables de la literatura de este siglo. El cine sólo estuvo a su altura y a la de su ácido y poético creador, el inteligente y desgraciado Chandler, en el primer Sueño eterno. Mitchum consiguió imponer su personalidad sobre el ejercicio de diseño que suponía la muy artificiosa Adiós muñeca. 

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