Nepomniachtchi y Cramling se proclaman Campeones de Europa de Ajedrez 2010

EL cisma aún planea sobre el ajedrez mundial por las posiciones a menudo opuestas entre el campeón mundial, Garry Kasparov, y la Federacióon Internacional de Ajedrez. Ante el próximo congreso en Palma de la Asociación de Grandes Maestros (G.M.A.) hagamos un poco de historia. La F.I.D.E. nace en 1924, siendo su primer presidente Alexander Rueb. Cuando tras la Segunda Guerra el campeón del mundo, Alexander Alekhine, queda relacionado con el bando de los perdedores, A. Rueb intentó tomar el control del ajedrez mundial desposeyéndole de su título.


Finalmente, la muerte accidental de Alekhine, simplificó las cosas y cuando Rueb dejó la presidencia en 1949, ya, el nuevo campeón era Miguel Botvinik que ganó un torneo organizado por la F.I.D.E. (La Haya, 1947) y con la bendición de la poderosa Federación Soviética. Esta, aunque más adelante trató de justificar (sin que hiciera ninguna falta) el pasado del ex ruso Alekhine, cubrió de honores a Botvinik y aprovechó la posesión de la corona para crear escuela amparándose en el aparato estatal. Es desde entonces que la mayoría de los mejores jugadores vienen desde el Este. A continuación, la Federación Soviética, gracias al poder moral que le otorgan sus grandes jugadores, empezó a influir sobre la F.I.D.E. utilizando toda su fuerza para procurarse un dominio continuo del ajedrez en el mundo (episodios como Curaçao en 1962 todo ajedrecista lo recuerda). 

Dominio que consiguieron durante tiempo, pues Bobby Fischer, símbolo de la empresa privada, él solo, de una parte y la televisión de otra, no congeniaron, aunque a tortas, hasta 1972 en Reykjavik. El «terrible Bobby» masacrando a Taimov, Larse, Petrosian y, por fin, a Boris Spassky en el «match del siglo demostró que, al menos en ajedrez, la capacidad del individuo supera a la del Estado. Pero no más. Fischer (que admiraba a Lasker en estilo de lucha y tanto luchó, como Bobby, por mejorar las condiciones de los ajedrecistas), una vez en la cima, decidió seguir completamente solo con su odio atávico contra los rusos. 

Estos, no siendo como ahora, tiempos de perestroika, sólo tuvieron que activar un poquito su poderío sobre la organización internacional. Los hechos son conocidos. Anatoli Karpov, sin ganar nunca al americano, fue campeón y considerado en su país héroe nacional. Pues bien, desde entonces, aunque el campeón no ha dejado de ser soviético las cosas han cambiado mucho. Una vez que el genio de Fischer hubo cautivado la atención televisiva de todo Occidente, el ajedrez no volvió a ser igual.

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