El nuevo Passat con mucho estilo

Ocurre con este vehículo como con los buenos vinos. Uno ve la botella y será casi igual a la de una añada previa. Pero es abrirla y descubrir otro mundo de sensaciones. 

Porque el Passat que hace la octava entrega (merecedora del galardón Coche del Año en Europa 2015) cambia poco el estilo. 

Un continuismo que contenta a todos: a quien lo compre, y a quien ya tiene uno anterior. Se distinguen claramente sólo en el frontal, con los faros y la calandra mucho más caídos.

Pero el coche deja una imagen más elegante, con más prestancia y entonces hay que precisar que se ha mantenido la longitud total, pero es más ancho y, sobre todo, bajo. Los cromados o unas llantas adecuadas hacen el resto.

Porque uno de los objetivos es robar clientes a las marcas premium alemanas y la ambición se reafirma puertas adentro. Puede que haya más plásticos duros que en aquellas, pero tanto el diseño como las terminaciones y ajustes rayan a gran altura. 

La distancia es mínima si el cliente accede al acabado superior (Sport) ya que entonces a la calidad se suma tecnología en cantidad. Destacan aquí los asientos o el cuadro de instrumentos digital de 12,3 pulgadas, configurable y que permite, por ejemplo, combinar los relojes clásicos con la navegación a gran escala. 

Un acierto, como la intuitiva gestión de la pantalla de la consola o la botonería del túnel de transmisión. Los mandos del volante, en cambio, quizás controlen demasiadas cosas.

Otro punto a favor de este Passat, en cualquiera de sus dos carrocerías, es que sirve casi para tener chofer. ¿Por qué? Pues por el enorme espacio en los asientos posteriores gracias a que la distancia entre ejes ha crecido ocho centímetros. 

Bueno, también al uso de la plataforma modular MQB que, además de ahorrar unas decenas de kilos, habilita un maletero enorme lleno de detalles. El mejor, que viene de serie una rueda de repuesto igual al resto. En otras variantes no es así y, a cambio, hay más espacio con un doble fondo.

Aunque para variedad, la de motores: existe hasta una variante híbrida enchufable. La que ha pasado por nuestras manos es muy recomendable. 

Se trata de diésel de 150 caballos con el cambio DSG de seis marchas, un matrimonio que debería ser para toda la vida ya que ofrece una gestión de la potencia idónea, ya sea para callejear, ir rápido por zonas de curvas o meterse de una tirada varios cientos de kilómetros. 

El problema es que, sobre el familiar, deja de estar exento de pagar el impuesto de matriculación y el precio se dispara.

En todo caso, y gracias al Start&Stop o a que puede circular a vela, tiene un consumo ridículo que recuerda a los rudos TDI con bomba inyector. Hacerse 1.000 kilómetros con un depósito no es una quimera.

Quizás su mayor pega sea lo cerca que tiene en precio al diésel de 190 caballos. O que con éste se puedan aprovechar más las ventajas de un chasis muy afinado, todavía más versátil con la suspensión variable (opcional). Aunque por silencio de marcha, está un punto por delante el Mondeo.


En cambio, es muy difícil toser al nuevo Passat viendo el equipamiento de serie o disponible, que contempla hasta un sistema que intuye una indisposición del conductor y detiene el coche. 

Quizás por eso, y porque el precio también escala, choca la calidad de la cámara trasera. Aunque ya lo decíamos: hay que mirar con lupa para encontrar defectos.

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