Las curvas de Sofía Vergara

Para lujos, Sofía Vergara. Su acento infinito, sus curvas orgánicas y su discurrir contagioso valen millones de dólares en Hollywood, más de 25 según las listas oficiales. Y lo que está por llover. Su particular estado de gracia no parece haber tocado techo, instalada en la cima del mundo con 40 años, insustituible protagonista de Modern Family y empresaria rotunda, cofundadora de una empresa de medios, LatinWE, que solo en 2011 facturó 27 millones de dólares. No hay, sin embargo, delirios de grandeza en su discurso. La vida le sonríe y ella devuelve siempre el gesto, con el chiste dispuesto como un atracador con cañón recortado en mano. De alardes y marcas de lujo habla de soslayo, aunque no hay duda de que ha ido evolucionando hacia nombres como Vera Wang o Robert Cavalli para ensalzar su inexorable contorno según se le iba echando el glamour encima. Lo que más le gusta, dice, es gastarse el dinero en los que la quieren. Todo el que haga falta. «Para eso está».

Dígame la verdad. ¿Pensó alguna vez que sería el fenómeno en que se ha convertido?
Más que pensarlo, lo soñé, y me puse a aprovechar cada oportunidad que se me presentaba y a buscar como loca otras que no eran tan aparentes pero que, gracias a Dios, estaban ahí. Ha sido todo con mucho trabajo, pero también con mucha suerte.

P.- No hace tanto tiempo estudiaba para dentista. ¿Le parecía entonces suficiente o soñaba con hacer algo más grande?
R.- Cursé tres años de odontología y también consideré estudiar medicina, y me iba muy bien, pero el destino me puso a los 17 años la oportunidad de hacer un comercial que me abrió muchas puertas. Llegó un momento en el que me tocó escoger entre la universidad y ofertas bien interesantes en este mundo del entretenimiento, porque no podía hacerlo todo y además ya tenía a mi hijo. Pienso que me hubiera ido súper siendo odontóloga, pero no hubiera ganado tanta plata ni me hubiera divertido tanto.
P.- ¿Cuál cree que ha sido la clave para conquistar al mercado estadounidense de la forma en que lo ha hecho, y además sin hablar inglés como Tom Cruise?
R.- Eso suena como a pregunta de reinado. (Risas) La clave fue trabajar duro, tener paciencia, aprovechar bien las oportunidades y no tomarme tan en serio las barreras obvias, como lo es mi acento horroroso. Aunque ahora digan que es sexy, me lo criticaron bastante al comienzo y me gasté muchos miles de dólares tratando de pulirlo, de exorcizármelo sin resultados. ¡Me robaron la plata! (risas).

P.- ¿Cuál fue el punto de inflexión?
R.- En cierta manera todo cambió cuando me mentalicé de que podía convertir mi acento en una ventaja, en algo divertido que me diferenciaba cuando hacía cástings de comedia, que era lo que más me interesaba al comienzo de mi carrera en los EEUU. Cuando me esforzaba en perder el acento pensaba que perdía la gracia. Ahora me obligan a exagerarlo, al punto de que, a veces, ni yo misma entiendo lo que estoy diciendo. Soy la única persona que después de 15 años en Estados Unidos cada vez tiene peor inglés, y encima me pagan más y más por exagerarlo.
Es ese mismo acento el que ha encumbrado a Sofía Vergara a la estratosfera de las celebrities mejor pagadas. Y que se hace acompañar de un físico imponente que revienta todos los flashes allá donde va. Sus estilismos siempre potencian sus curvas, cómo no, y entre sus diseñadores favoritos para la alfombra roja han desfilado Dolce & Gabbana, Valentino, Vera Wang y Donna Karan. Sus looks siempre generan revuelo, pero ella sabe muy bien cómo sacarse partido . De hecho, en los últimos premios Emmy el cierre del vestido de Zuhair Murad que lucía se rompió al final de la espalda. ¿Y qué hizo ella? Tuitear el accidente y tomárselo con humor.

P.- ¿Hasta qué punto le resultó chocante la cultura estadounidense después de haber vivido tantos años en Colombia?
R.- Yo llegué primero a Miami, donde ya había estado muchas veces, así que me sentí como en casa. Me encanta viajar, me adapto con facilidad a todo tipo de gente y ambientes. En eso soy bien fresca, descomplicada. Pero extraño Barranquilla todos los días.
P.- Ahora Hollywood parece tenerlo controlado. ¿Lo cambiaría por su tierra natal? Dígame que no (risas).
R.- Yo no cambio Colombia por nada del mundo. Estuve hace tres semanas celebrando los 200 años de Barranquilla y comí, bailé, celebré y fui más feliz que nunca sintiéndome en mi casa. El camino de Barranquilla a Hollywood no ha sido fácil, pero regresar a mi gente siempre lo es.
Tanto hacer patria le ha valido a Sofía el título de la latina más influyente del mundo del espectáculo, de acuerdo con la revista People. Pero ella se quita mérito. «No creo en esa etiqueta», reconoce. «La boté a la basura hace tiempo. Mi origen colombiano y mi acento son parte de mi encanto. Muchos roles que he interpretado no habían sido pensados para una latina, pero los alteran para que los pueda hacer yo».
P.- ¿Cree que su belleza es un factor negativo para lograr papeles de mayor calado?
R.- No creo que ningún director piense en mí instantáneamente para interpretar a una monjita misionera secuestrada o a una respetable neurocirujana... a menos que sea en una comedia, y bien absurda (risas). Y lo mismo le ocurre a otras actrices a las que no llaman para los papeles que me ofrecen a mí. Ser considerada bella jamás es una desventaja. Ahora bien: si un excelente director cree en mí y me ofrece interpretar a la doctora o a la monjita y me pide engordar 20 kilos, salir sin maquillaje y que me iluminen para multiplicarme las arrugas, y me interesa, lo haré encantada. Y aclaro: una vez se acabe el rodaje me pongo a dieta, me maquillo como loca y sigo siendo yo misma.

P.- Hace unos días fue invitada a una cena de gala en Washington. ¿Se puso nerviosa al ver al presidente Obama y a su esposa o es usted la que provoca el efecto contrario en la gente?
R.- Ya los conocía… y lo pasamos muy bien. Me suelen decir que tengo nervios de acero, y es verdad que no me tensiona conocer a gente importante. A veces digo: «Ojalá no se me reviente el vestido» o «cuidado no se me vaya a escapar una mala palabra»... Pero sólo pensarlo me da risa.
P.- Supongo que ha llegado un punto en la vida en el que el dinero no es su principal preocupación.

R.- Gracias a Dios tuve una infancia donde nunca me hizo falta nada. Todo lo contrario: viajábamos a Disney World, teníamos fincas, me gradué de un buen colegio... El año pasado cumplí 40 y me pude dar el lujo de invitar a más de 100 familiares y amigos para celebrarlo en México conmigo, y por 5 días estuvimos juntos y lo pasamos divino. Para eso es la plata: para disfrutarla en compañía. De nada te sirve tener 100 carteras, zapatos y mucho en el banco si te falta la familia, la gente que te quiere y salud para disfrutar de la vida. Yo tengo todo eso, así que... a mi nadie me quita lo bailao.
«De nada te sirve tener 100 carteras, zapatos y mucho en el banco si no tienes familia ni amigos. La plata hay que disfrutarla en compañía»
«Después de 15 años en Estados Unidos cada vez hablo peor inglés, y encima me pagan más y más por exagerar ese acento horroroso»

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