Los vencidos no tienen nombre

Lentas e interminables panorámicas del desierto (David Lean también las utilizaba para expresar el clima ambiental que impregnaba al épico guerrero y atormentado maricón Lawrence de Arabia, debe pensar el escasamente acomplejado Vicente Escrivá) dejan paso a un diálogo inusual entre un moro vagabundo y los hombres que le acaban de encontrar. «¿Cuál es tu nombre?», le preguntan. El responde con gesto desolado: «Los vencidos no tenemos nombre». En la misma tarde he escuchado otra variación sobre la misma tragedia. Ocurre en la maravillosa Alice, que se ha inventado la imaginación y la inteligente bondad de Woody Allen. 

Allí aseguran: «Los triunfadores no tienen pasado». En la presumiblemente lujosa serie Réquiem por Granada (mil quinientos kilos de la ruinosa tele pública para ocho capítulos que reivindiquen el humanismo de Boabdil), se percibe el toque de Manolo Matji, uno de los escasos guionistas de este país que legitima y otorga sentido a su degradada profesión. Los actores hablan con lentitud hierática y ponen cara de moros (de moros en película de serie B, por supuesto) y la cámara de Escrivá, describiendo la belleza de Granada y de La Alhambra, me trae recuerdos de los documentales turísticos que sustituyeron al NODO

¿Que por qué no apago la tele? Porque acabo de renovar mi masoquista curre y por el placer que sienten mis oídos ante conversaciones mas sabrosas que las imágenes planas que las ilustran. El niño Boabdil pregunta a su preceptor: «¿Qué vale más: el saber o la riqueza?». El preceptor responde: «La riqueza te la pueden quitar los ladrones o los banqueros, pero el saber está dentro de ti. Que el saber sea vuestra riqueza y la educación vuestro honor». Imagino la carcajada de los ciudadanos ilustres, de los Solchaga y de los Albertos, ante certidumbres tan tontas y tan demodés. La subversión coloquial alcanza límites que podría castigar la Constitución española y la Ley de Seguridad Ciudadana. Degusten la osadía del preceptor de Boabdil: «Un sabio sabe lo que vale un rey, pero un rey no sabe lo que vale un sabio». La noche sigue clarificando posiciones vitales. 

En Futbolísimo, uno de los protagonistas de aquella gesta nacionalsocialista en la que Marcelino humilló a Yashine, responde a la pregunta del inteligente y educado JJ Santos: ¿«es cierto que despues de la victoria les recibió... Francisco Franco», con un contundente y orgulloso: «Sí, nuestro Jefe del Estado nos dió una recepción». En una época en la que todo cristo presenta su certificado de demócrata o padece amnesia, resulta ejemplar encontrarse con alguien tan racial.

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