Donde se ha metido El Juli

Valencia estos días está dividida en varios frentes. El primero y principal, tomasistas contra poncistas y contra todo lo que se mueva vestido o no vestido de luces; luego viene la política, unos pocos a favor de Camps, víctima de un sastrecillo cariñoso, y otros en contra; unos a favor de Vicente Sanz, el capo de Canal Nou, al que yo llamé pajillero y abusivo, y otros que se le tiran a la yugular. 

Dicen muchos que Sanz es un desvergonzado, pero que las chicas se lo pusieron a güevo con su desvergüenza impúdica. No exculpo a quien se aprovecha de un puesto de poder; recuerdo simplemente, una frase de una amiga muy íntima -30 años en TVE sin bajarse las bragas siendo muy guapa-: «Lo primero que aprenden becarias y aspirantes es a tirarse a la bragueta del jefe». En cuestión de braguetas, lo único que debe interesarnos aquí es si lo toreros se embraguetan o no, es decir, si se pasan el toro cerca o se lo pasan lejos como Manzanares y Ponce: pese a lo cual se puede salir a hombros como el alicantino.

Ponce ni se despeinó en el primero y se encorajinó en una faena larguísima y de casta que malbarató con dos avisos; tengo un cuadro, obra de Celedonio Perellón, un precioso natural que algún día soñó Enrique Ponce; lo que va de lo vivo a lo pintado. Le había prometido al de Chiva, en la última cena del Paquiro regalarle esa joya. No sé, no sé... Como siga así, Ponce se queda sin cuadro, aunque se redimió un poco en el cuarto. 

Poderoso El Juli sujetando al manso segundo en los medios e imponiéndose al difícil quinto. Mató a su primero a la segunda, más eso no justifica que ni siquiera un pañuelo pidiera la oreja. Yo creo que la plaza está abducida por el magnetismo sagrado de esta tarde. En el peregrinaje de ayer por distintas emisoras para hablar de Tomás siempre acabábamos en lo mismo: si será el mismo después del martirio y que qué me pasa con el señor Boix. No me pasa nada. Tengo pocas obsesiones y esas son de otra índole y apuntan más alto. 

Me queda en esto 15 minutos, pero no me iré sin un cuarto libro sobre Tomás. Manzanares, elegante y lejano, incluso en los sendos bajonazos infames, el primero recibiendo. Ése, dicen algunos, va a ser la piedra de toque de Tomás. Yo creo que no; que, de momento, el héroe de Galapagar anda en otras filosofías.

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