El famoso culo de las Kardashian
Los populismos, que diría Clint, son como los culos: cada uno tiene uno. El de derechas (y ya siento ser tan gráfico) es respingón; entusiasta, diría yo. Se pasea por ahí en minishort prometiendo un futuro de crecimiento indefinido que para sí quisiera Tyrion Lannister. Lo curioso es que pese a sus formas esculturales y sus ademanes lascivos (es así) siempre se presenta bajo la falsa apariencia de realismo. Lo que hay es lo que hay y si nos va bien a nosotros, suelen afirmar desde la cubierta de sus yates los vizcondes liberales, también les irá bien a ustedes (los sin-yate).
El principio es claro: a más prosperidad, casas de caridad mejor dotadas. Digamos que la realidad, siempre injusta, para ellos funciona como una piedra de toque; un trozo de granito contra el que estrellar la cabeza del servicio.
El de izquierdas, sin embargo, es otra cosa. Brilla menos. El suyo es de un lustre algo ajado de trasero masculino cuarentón con poco tiempo para cremas. Éste, en vez de prometer el infinito, se limita a vaticinar un porvenir de reparto equitativo de lo que hay. En este populismo, para entendernos, nadie va en yate; barca del Retiro, todo lo más. Es curioso, pero como el anterior, también se envuelve en la capa del real realismo en cuanto un Cicerón cualquiera se harta de dedicarles tanta paciencia: "¿No será mejor que comamos todos mortadela a que sólo unos pocos se hinchen a lomo embuchado mientras los demás ayunan?", dicen. Y ya siento la metáfora charcutera, pero la izquierda (la no-divina) es así.
De un tiempo a esta parte, lo habrán notado, todo son populismos (y culos). Tsipras, dicen los acusadores áureos, es un triste demagogo populista que ha vendido a los suyos puro humo para atornillarse al poder. Rajoy, en cambio y por motivos tan opuestos que se dirían idénticos, es otro vergonzante populista que no hace más que prometer riqueza a cuenta de una coyuntura internacional que, definitivamente, le ha salvado el cuello. Y qué decir de las vacaciones de Carmena, de los delirios de Mas, de los selfies de Iglesias, de los sudores de Fernández Díaz... Del culo de Kardashian, para qué insistir. Todo es populismo.
Es imposible, desde antes incluso del populista Catilina, compartir un gramo de compasión por tan pertinaz fenómeno. Todos de acuerdo. Pero, nótese, y cada vez de forma más evidente, cuando alguien se queda sin argumentos acaba por acusar de populista al contrario. Como si la suya fuera una postura más racional, más decente... menos populista. Asumamos, fuera excusas, que todos tenemos culo.
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