Las pelirrojas vuelven a estar de moda
Hace tan sólo unas semanas, un fotógrafo pudo captar en París unas imágenes del set de rodaje de la película Holly Motor. En ellas, se podía ver cómo se preparaba para sus escenas una Eva Mendes espectacular… Y asombrosamente pelirroja. Apenas un mes antes, Scarlett Johansson dejaba atónito al personal al presentarse en una fiesta con una brillante melena rojiza, similar a la que lució en la gala Time 100 Most Influential People 2011 la tradicionalmente rubia Blake Lively, muy conocida por su papel en la televisiva Gossip Girl. Y, también en el último año, la cantante Rihanna se ha teñido el pelo de un rojo tan intenso, chillón incluso, que se da de bofetadas con su morena piel.
Ellas son las últimas recién llegadas al universo de las pelirrojas, y su osadía posiblemente nos esté confirmando algo: en el reino del glamour, están de moda las cabelleras de este color. Lo estamos viendo en las series de televisión, con el triunfo de Christina Hendricks -la voluptuosa secretaria de Mad Men-, Amy Adams (Smallville) o Marcia Cross (Mujeres desesperadas), pero también en la moda: la última campaña de Mango está protagonizada por la pelirroja Josephine de la Baume, y Frida Giannini, directora creativa de Gucci, ha diseñado en exclusiva un vestido para la gira norteamericana de una de las mujeres del momento, la cantante -y pelirroja natural- Florence Welch. Esta última ha sido en 2011 portada de Vogue, al igual que Rihanna o la modelo Erin Wasson.
Parece que el mito de la pelirroja está cobrando hoy más fuerza que nunca. Bueno, veamos, ¿que nunca? "Estamos viviendo un momento equiparable a lo que ocurrió a finales del siglo XIX -señala el sociólogo especializado en moda Pedro Mansilla-. Hay, como entonces, una cierta sensación de fin del mundo en la que todo es incierto, pura vorágine, y que nos empuja a consumir lo que tenemos, pues no sabemos los días que nos quedan.
Y hay un cierto personaje -la mujer fatal, la sirena- que adquiere una categoría de mito". Es entonces, explica, "cuando se buscan piezas cada vez más sofisticadas y se pone de moda ese concepto de mujer que se identifica, sea cierto o no, con la máxima sofisticación, como si fuese aquello a lo que recurre una sociedad que ya ha tenido todo y que busca un toque de perversión. Y ello propiciaría que vuelvan a aparecer las pelirrojas como sinónimo de algo atractivo, tentador y especial, precisamente por su rareza".
Habla Mansilla de rareza y, efectivamente, en términos estadísticos no podemos sino darle la razón: se estima que menos de un 2% de la población mundial tiene el pelo de color rojo. El responsable de esta singularidad es un único gen, el MC1R y, en concreto, tres mutaciones importantes que implican un aumento de la feomelanina (una forma de la melanina de color amarillo-rojizo). "Las combinaciones de estas mutaciones y su presencia en uno o en los dos cromosomas es lo que nos va a dar todo el rango de tonos rojizos en el color del cabello, del naranja intenso al caoba", señala Carles Lalueza-Fox, investigador del Institut de Biología Evolutiva de Barcelona, experto en ADN antiguo y uno de los descubridores de que también entre los neandertales había pelirrojos. Al tratarse de un gen recesivo, para que nazca una persona con el pelo rojo es preciso que ambos progenitores sean portadores de esta mutación; de ahí que, normalmente, el gen permanezca agazapado pasando de una generación a otra hasta que se dé la coincidencia de que se emparejen dos personas portadoras. De ahí la escasez de pelirrojas: la mayoría de las que vemos a nuestro alrededor son "porque yo lo valgo".
Esta cierta extravagancia, este capricho de la genética, encierra una curiosa paradoja. Veamos: en principio, reconoce Lalueza-Fox, "sí es cierto que estas variantes van en contra de una visión puramente selectiva del fenotipo humano; teóricamente, al ser tan pocos, deberían haberse extinguido, pero no lo han hecho. Se ha sugerido que inicialmente, cuando surgieron, pudieron haberse expandido por lo que se llama selección sexual: es difícil de demostrar, pero podría ser plausible que fuera un rasgo que resultara sexualmente atractivo y, por ese motivo, dejaran más descendencia".
Así pues, en un primer momento ser pelirrojo pudo haber otorgado una ventaja evolutiva. Y aquí entra la segunda pata de la paradoja: ¿qué sucedió para que, con el devenir del tiempo, esta ventaja inicial terminara jugando en contra de quienes tenían el cabello de ese color? Porque un repaso a la Historia, desde los egipcios hasta prácticamente el día de hoy, nos muestra que, durante milenios, los pelirrojos han sido estigmatizados, perseguidos y vituperados. "No hay forma de hallar los orígenes del mito, pero se trata de una tradición muy antigua que tendía a representar como pelirrojos a los dioses del mal -explica el profesor Pepe Rodríguez, doctor en Psicología y profesor de Periodismo-. Era así en el antiguo Egipto, y también entre los griegos y los romanos. Incluso Aristóteles se refiere a los pelirrojos como personas malvadas y astutas, equiparándolas a los zorros como animales poco fiables…".
En la Biblia, tanto Esaú, quien vendió su primogenitura por un plato de lentejas, como Caifás, el responsable del juicio a Jesús, aparecen como pelirrojos, y el cristianismo terminó alimentando el mito. A partir del siglo XIII, aquellos personajes bíblicos malvados que no aparecían descritos en los textos sagrados comienzan a representarse también con el pelo rojo: Caín, el fratricida, María Magdalena (la supuesta prostituta) o Judas, el traidor. "En la Edad Media, todas las personas que fueran delincuentes, malvados, viles o que pertenecieran a oficios no admitidos por la mayoría, eran representadas en los cuadros como pelirrojos. Estaba perfectamente asentado el mito de que el pelirrojo es una persona sanguinaria, cruel, traidora, pérfida y de la cual no te puedes fiar", continúa Rodriguez.
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