Anni B. Sweet y Granada
Es difícil hablar de un lugar donde no has vivido más de dos
años; yo necesito tiempo para entender las ciudades.
Pero hay cosas que sí
puedo decir de Granada. Por ejemplo, que es realmente especial y está llena de
misterio.
Como si entrases en un túnel a plena luz del día y allí
experimentases sensaciones maravillosas que han estado esperándote desde hace
mucho tiempo.
Recuerdo cuando llegué. Iba con alguien por la calle y
siempre me contaba historias de cada fachada, cada rincón…
Y la sensación más
fuerte que yo tenía era la de que nada estaba allí por casualidad, que todo
pertenecía a una historia y que todas ellas acababan confluyendo de una u otra
forma en aquellos espacios, aunque se hubiesen desarrollado en diferente
tiempo.
Granada existe en sus parques y en las angostas calles que
los abrazan, y en sus mil cuestas y curvas, haciéndote ver que no quiso ser
fácil. Te transmite, de hecho, que si vas conociéndola más no es porque ella se
muestre.
Después de todo lo que ha vivido, la ciudad parece tranquila
y orgullosa. He sentido su energía extraordinaria. Aquí he compuesto y grabado
casi entero mi álbum Chasing Illusions, porque Granada está llena de lugares
que me colman de sensaciones que luego me ayudan a escribir.
Uno de estos sitios es el Carmen de los Mártires, un
espectacular jardín histórico de vistas preciosas y mil historias dramáticas
que contar. Está situado en la colina del Mauror, dentro del recinto de La
Alhambra.
Tiene jardines románticos, un palacete, huertos y ofrece una
panorámica única de Sierra Nevada y de la propia ciudad. Comenzó siendo el
recinto donde los cristianos sufrían martirio por parte de los árabes (debido a
ello lo llamaban el Corral de los Cautivos) y visitarlo es una experiencia
donde se mezclan las sensaciones producidas por la belleza del lugar y el eco
de su dramática historia.
Dicen que la tristeza inspira más a la hora de componer. Yo
así lo creo. Y sin ser Granada un lugar triste, su lado melancólico tiene para
mí un enorme encanto. Ahí está el Paseo de los Tristes que, como su nombre
indica, no te llevaba en su momento a ninguna parte donde quisieses estar, ya
que era el camino del cementerio.
Para mí es uno de los lugares más bonitos.
Sobre una cuesta, a un lado tiene el río Darro, con la montaña y la Alhambra
asomando en lo alto y, en la otra vertiente, casas, algunas históricas como una
vivienda del S.XVII donde antaño se celebraban espectaculares fiestas.
Me gusta
pensar en todo esto cuando camino por allí. Muy cerca, el Camino del Avellano,
un paseo que te lleva hasta lo alto de la montaña, con alucinantes vistas de la
zona del Albaicín y el Sacromonte.
Me resulta difícil, y eso que llevo poco en Granada, elegir
mis zonas preferidas de la ciudad, sobre todo las que son de pasear y observar;
aquí, unas vistas espectaculares te conducen a un callejón con encanto, ese, a
una fachada preciosa...
Hay un edificio bajo con el frente totalmente pintado
por el grafitero El Niño de las Pinturas que me encanta (se puede ver un mapa
con todas sus intervenciones sobre muros granadinos en
elninodelaspinturas.es/index.php/mapa).
También me gustó mucho encontrarme al
llegar con un retrato de Joe Strummer, de los Clash, pintado en una de las
paredes de la placeta que lleva su nombre (cerca de la cuesta de Escoriaza).
Por supuesto, Granada no tiene solo vistas, caminos,
jardines y monumentos, también sitios estupendos para celebrar. Dos de mis
restaurantes preferidos son Baltanás y El Trillo. El primero está algo apartado
del centro y posee un toque interior rústico que contradice su carta, donde lo
clásico se mezcla con la nueva cocina.
Entre mis platos predilectos, unas
alcachofas al Pedro Ximénez, un teriyaki de atún o camembert frito con jamón y
melón en salsa de arándanos. Además, ponen buena música y hay un gran ambiente,
por no hablar de las tapas elaboradas que te sirven al pedir una caña.
Esto es
muy típico de la ciudad, pero en este lugar son realmente espectaculares. El
Trillo, por su parte, se encuentra en el Albaicín, en todo lo alto, con vistas
a la Alhambra y comida siempre muy buena. Está decorado con plantas y casi
parece que te encuentras en un parque precioso.
En el centro de la ciudad he pasado muy buenos ratos en el
Bar Soria. Es un local pequeño, familiar, no sé cuántas veces he comido con las
tapas que acompañan a cada caña.
Debo confesar que cuando llegué a Granada pensé que sería
difícil encontrar tiendas especiales en música y ropa. Cuesta creer que entre
tantos edificios históricos y tradición puedas hallar tiendas con ese tipo de
cosas que podrías comprar perfectamente fuera de España e incluso fuera de
Europa.
Ese contraste me encanta. De hecho, aquí están algunas de
mis tiendas preferidas, como Marcapasos, donde ofrecen lo último en música nacional
e internacional, desde lo más alternativo a lo más clásico. Allí te atenderá
Pepe y, si se lo pides, te recomendará grupos del estilo que vayas buscando.
También Discos Bora Bora, que a veces organiza pequeños acústicos en el local.
En cuanto a ropa, hay varias tiendas de segunda mano donde
siempre me gusta curiosear, ya que suelo encontrar buenas prendas. Una de las
mayores es La Buhardilla, en la plaza de La Universidad.
Lleva muchos años
vendiendo a otras tiendas, y no solo de Granada. Son expertos en estilo retro y
tienen de todo y muy bien cuidado. En la misma zona está Oh Oh July, otro de
los locales de ropa vintage que me gusta visitar, en la calle Fábrica Vieja.
Por supuesto, no puedo despedirme sin hacerlo como lo he
hecho alguna que otra noche, en uno de los pocos bares a los que me gusta ir,
Ruido Rosa, en la calle Sol, 18. Se trata de un lugar mítico de la noche
granadina, nacido en 1987. Por aquí han pasado todos los artistas actuales, y
no tanto, del panorama nacional e internacional. Allí siempre disfrutarás de
buena música, que es como yo quiero acabar el día.
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