Toros con el cuajarón de sangre
La fotografía sobre toros remite a menudo al cuajarón de sangre, a la agonía atroz del descabello, a la cornada sobrecogedora que entra por debajo de la barbilla y sale milagrosamente por la boca. Resulta repulsiva y a la vez atrayente.
Roland Barthes acuñó en su día la teoría del 'punctum' en fotografía. Decía que la esencia de una fotografía es la fusión indivisible entre amor y muerte. Es aquella imagen o retrato que nos punza como una flecha. Algo de ello hay en ciertas fotografías taurinas. El drama sale a nuestro encuentro y nos punza.
Desde luego, la Maestranza es el ágora perfecta para una fotografía perfecta. Cuando el coso se cubre de nubes blancas y obesas, cuando el sol asoma por los parches azules del cielo, cuando se ven los tendidos, la arcada de la plaza y la Giralda al fondo, entonces sucede el rompimiento de gloria sobre la Maestranza. Lo decía el cineasta y aficionado Manuel Gutiérrez Aragón, a propósito de una de bella fotografía de José Morón, hecha en perspectiva desde dentro de la plaza.
No obstante, el mundo del toro tiene también su fotografía fuera de la plaza. Las corridas de toros no se entienden sin sus tipos pintorescos o simplemente abusivos. Son, grosso modo, la gente asociada al ambiente de las corridas de toros: aficionados y pícaros, curiosos y figurones por lo general. En este sentido, los alrededores de la plaza son una galería móvil de estampas.
En estos días de corridas de toros las calles del Arenal están llenas de fotografías y retratos de aficionados mayormente. Fachadas de edificios y comercios aparecen decoradas con fotografías ciertamente peculiares. La muestra 'Se Vende Toros' ha reunido a varios fotógrafos de la ciudad y otros tantos franceses. Los primeros pertenecen al colectivo Cobertura Photo. Los segundos a la agencia parisina MYOP.
En la previa a los festejos pueden verse a estos fotógrafos de aquí para allá, trasegando con sus cámaras por el Arenal, pegando sus trabajos por las calles con vinilo adhesivo. Y el resultado puede verse bien por Adriano, por Arfe, por Antonia Díaz o por Toneleros. La mayoría son retratos de personajes, captados con encuadres sugerentes, a veces con picados y contrapicados. Pero otras veces son fotografías de detalles curiosos, de escenas o instantes espontáneos, que conforman así un logrado fotorreportaje. Casi siempre predomina el ángulo en abstracto, el juego casi de ficción entre protagonista y fondo. En estas corridas de pre-Feria las fotografías se han ido renovando a diario. A partir de hoy viernes, coincidiendo con el inicio de los días grandes (y por tanto de la lluvia), permanecerán ya fijas en las calles del Arenal.
La calle Gracia Fernández-Palacios, paralela a la calle Iris (donde los toreros hacen el otro paseíllo breve y popular de los saludos al pueblo), está toda decorada con imágenes en blanco y negro, cedidas por la Fototeca Municipal. Conmueve sobre todo la imagen de ese medio muletilla de antaño, que pide a don Diodoro Canorea una oportunidad «con el ganado que sea».
Hay que aplaudir esta muestra original, que acerca el mundo o submundo de la tauromaquia a los más profanos y reticentes. Si el tiempo lo permite (como es menester), basta con darse una vuelta por el Arenal para dar cuenta de la cantidad de tipos que amenizan la previa a las corridas de toros. Desde el bar Taquilla a la Puerta del Príncipe, se puede hacer un buen recuento de tipos variopintos, sin que falten tampoco las tipas igualmente variopintas (o más incluso).
El ambiente de la Puerta del Príncipe se nos antoja un tanto como la pasarela de la decadencia sevillana. Es lo que nos sucede cuando de pronto nos topamos con un rostro que creíamos olvidado y hasta encofrado, pero sin ánimo de humillación (digamos, por ejemplo, que el rostro tostado de un Chiquetete de la vida). Pero he aquí, en la Puerta del Príncipe, que sigue citándose la coctelera social del toro. A menudo son las caras sonrientes que vemos en el indispensable 'Álbum' que publica este periódico, realizado por nuestra Ana García. En la competencia, el inefable Mario Niebla del Toro también se ocupa de la crónica gráfica de ambientes en el exterior del coso.
Andando uno por los alrededores de la plaza, podría decirse que las gentes de los toros no han cambiado mucho con los años. La Fiesta sigue teniendo casi los mismos invitados de siempre. Seguimos viendo a reventas, petimetres, músicos de Tejera, gente de campo, aficionados con solera, limosneros, vendedores de agua y almohadillas, listillos, guiris con sombrero panamá, el inevitable del sombrero mariachi, encorbatados con pañuelo y americana a lo Álvaro Moreno, damas de postín, oportunistas y gañanes, gente normal o indistinta, clásicos del puro en la boca, cretinos y tontainas, mujeres ceñidas y de altos tacones como para asomarse al balcón del toro, fotógrafos, curiosos y curiosas, despistados, cronistas taurinos, camareros a la sevillana, maestrantes y maestrantas con mantilla de nata.
Algunos de estos retratos ya han aparecido en las calles del Arenal gracias a esta iniciativa novedosa y, sobre todo, curiosa. A lo mejor sin saberlo usted, que se toma por discreto paseante, aparece mañana pegado con vinilo adhesivo sobre una pared del barrio.
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