Angelina y su parroquia de niños

Está entre Marilyn y Cleopatra, dos papeles aún pendientes, pero entretanto va Angelina y se nos descuelga de heroína de acción, según la película que la tiene aupada en estos días a las portadas. No es que Angelina salga mucho en las portadas, sino que no sale de la portada. Lo que pasa con esta mujer es que no para, y lo mismo anuncia una adopción que anuncia un nuevo tatuaje. Entre una cosa y otra, saca tiempo para afianzarse de actriz. 

Luego está el empleo de señora de Brad Pitt, con el que le da mucho trote a los jacuzzis de oro. La pareja está rebautizada como Bradgelina, con algo de coyunda de sus nombres y algo de empresa no sólo sentimental, quizá. Han llegado, alguna vez, al virtuosismo de separarse el mismo domingo en que se reconcilian. Lo de Bradgelina sirve también para dar nombre a toda esa parroquia de niños de todos los colores que ellos pasean, entre los propios y los adoptados. Hay muchas Angelinas, lo que quiere decir que Angelina sólo hay una. 

A mí me seduce más la rubia heterodoxa que iba por la vida besando mujeres en la boca, y no tanto la madre planetaria de bebés de spot. 

Mola más la de pasado canalla que la de presente de escaparate, como madre en promoción. Metida a actriz, me engancha más cuando no lleva pistola, que es su vertiente comercial de Tom Cruise con bragas. En todo caso, tiene una cabeza estupefaciente de ángel sexual, y le pone morbo a su figura un antaño de noches sáficas y oscuras tentaciones diversas. La Angelina que va de madraza que no cesa está ahí también, para lujuria del chisme de peluquerías, pero nos embelesa antes esa otra chica con accidente de pantera, con malditismo de dorado cuchillo interior. Si no fuera porque a Brad y a Angelina los prestigia un talento interpretativo, ahora mismo los hermanábamos con David Beckham y Victoria Adams, que son otra lucida y entreclara pareja de mucha empresa, y perdonen la comparación. 

Asoma en ambos matrimonios un afán común de pasarela, una fiebre semejante de no curarse del oficio de ser famoso. Obviamente, Victoria no es Angelina, ya le gustaría, y donde esté Brad que se quite David. Pero tienen los cuatro un vago aire de familia que desconcierta y hasta descontenta. Todos son Bradgelina, esa bobada, que no sabemos lo que es, pero sí.

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