Francisco Umbral es un valiente

Qué movida, la semana pasada. Umbral presentó la «Crónica de esa gente guapa», un libro despiadado y lúcido, en su mejor estilo, lleno de zarpazos felinos. El autor -lo comentaba Raúl del Pozo- devora a algunos de sus propios mitos, como si se desquitara, como si quisiera hacer borrón y cuenta nueva. No viene mal de vez en cuando un poco de asepsia crítica, pero me pregunto por qué esa crueldad, que dolencia profunda le mueve a revolverse así contra personas, personajes y fantoches, y si no le asustará crearse nuevos enemigos. Me han contado que en el estreno de Almodóvar no se levantó de su asiento y se fue casi el primero, sin saludar apenas a nadie, seguramente porque las heridas de sus zarpazos están recién abiertas y pasaba de líos. Sea como fuere, Umbral es un valiente, uno de los últimos valientes que van quedando

Y en cuanto al estreno de Tacones lejanos, yo no estuve porque ya la había visto en el pase para la prensa, pero hay que ver lo bien que se promociona ese chico. La película no es muy allá, pero bueno, ahí sigue triunfando y trabajando y si la autocomplacencia no le ciega y sabe comprender sus fallos, crecerá de verdad, no como crece la espuma, sino con la solidez de los auténticos creadores. Y el jueves, a Zaragoza. El profesor Túa Blesa ha organizado un macrocongreso dedicado a Jaime Gil de Biedma, él solito, con el apoyo de su mujer, con la solidaridad espiritual del departamento de Literatura de la Universidad y el dinero providencial de la Diputación, que se hizo cargo visto que otras instituciones escurrían el bulto, entre ellas la Caja de Ahorros, que prestó un salón de actos pero negó la pelas porque «ese poeta murió en extrañas circunstancias» (sin comentarios). Contra viento y marea el congreso salió adelante, pero aterroriza la intolerancia, el fétido mar de fondo que hay en este país. 

Albiac citaba la siniestra valoración que hacía el juez en la sentencia del caso Edelweis: la homosexualidad es una «desviación sexual» susceptible de ser penalizada. Total nada. Y al volver a Madrid, me entero de la última pasada de Matanzo: llamó «mujerzuela» y «maricón» al Secretario de Actividades Diversas de la Central Sindical CCOO y, para rematar la faena, pidió luego excusas a los maricones, que le parecen muy simpáticos, por compararles con los de Comisiones. Por más que el alcalde se empeñe en mejorar la convivencia, mientras no destituya o eduque a este señor y se obstine en recortar el programa de alfabetización de adultos, lo tenemos claro, sobre todo mis colegas y yo, que nos que- . daremos sin lectores.

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