Las ocho magníficas

Excluyendo a las soberanas, e imaginando que en cada uno de los países del mundo «manda» una sola persona, resultaría que el globo se lo reparten ciento setenta y nueve hombres y ocho mujeres.

La última es Violeta Chamorro, que el pasado miércoles 25 de abril tomó posesión como presidenta de Nicaragua. Ninguna de las ocho heroínas que han conseguido hacerse con las riendas de un país cumple con el ideal norteamericano de «single and successfull». Sólo una -Mary Eugene Charles -no está o ha estado casada. Por el contrario, todas han tenido éxito. Si se excluye a la bella paquistaní, entre ellas priman los años -todas sobrepasan holgadamente los cuarenta -. No son precisamente «progres». Enfundadas en severos trajes de chaqueta, las ocho gobernantes se erigen en abanderadas del conservadurismo. Sus armas, el collar de perlas y la barra de labios. Son las de siempre, las desconocidas y las recién llegadas.

Las de siempre: la potente primera ministra británica, Margaret Thatcher, la empalagosa presidente de Filipinas, Corazón Aquino, y la elegante primera ministro de Pakistán, Benazir Bhutto. La «dama de hierro», «the boss» o simplemente «Maggie». Por su revolución conservadora, su dureza de carácter o su perruno marido, la Thatcher ocupará un lugar destacado en los libros de historia, a los que parece destinado a pasar en un plazo no muy largo de tiempo. La persistente bajada en los sondeos de opinión, los últimos reveses electorales y la sombra de la impopular «poli tax» así lo vaticinan. El futuro de la viuda amarilla tampoco es muy boyante. Nueve intentos de golpe de Estado en cuatro años más los que quedan por venir.

Benazir Bhutto, morena, 35 años, casada con un rico hombres de negocios paquistaní, no pudo elegir peor momento para traer un niño al mundo. En medio de intrigas políticas y mafias de droga, el poder se le puede ir mucho más rápido de lo que le llegó. Lejos de la turbulenta esfera musulmana, en los fríos glaciares de Islandia, una discreta directora de teatro ejerce la presidencia desde hace diez años. Divorciada, con una sola hija, tiene un nombre impronunciable: «Vigdis Finbogadittor». La segunda gran desconocida es una negra sesentona, Mary-Eugene Charles, primera ministra de la isla de la Dominica. Sus enérgicas maneras le ha hecho merecer el sobrenombre de «dama de hierro del Caribe». Abogada, es soltera, y emplea su poco tiempo libre en cuidar a su padre, que tiene 104 años.

Pero las «vedettes» del momento son las que acaban de llegar. En apenas dos meses, Violeta Chamorro, Kasimira Prunskiene, primera ministra de Lituania, y Ertha Pascal Trouillot, presidente de Haití, han duplicado el elenco internacional de mandamases femeninos. La «bomba báltica». Así han apodado los economistas soviéticos a Kasimira Danuta Prunskiene, que pretende revolucionar las finanzas del nuevo «país». 

Prunskiene, con 47 años de recién cumplidos, es recordada en Svencionis, el pueblo lituano donde nació, por su decidido carácter. De momento, ha cortado por lo sano y rebajado el número de ministerios lituanos a la mitad. Moscú le pide tranquilidad. Sobre todo, porque esta oronda ex profesora de Economía con aspecto de matrona ni siquiera sabe el tiempo que va a durar su puesto en el frágil Gobierno lituano. La negrita Ertha Pascal es la última de la fila. La más pequeña de los diez hijos de una humilde familia haitiana, siempre fue la primera de la clase. Miembro del Tribunal Superior de Justicia, es también viuda y tiene una hija. En su discurso inaugural, afirmó que aceptaba la dura tarea que se le encomendaba «en nombre de la mujer haitiana». El día de su toma de posesión, el general Gerard Abraham la miró de reojo. Alto y fuerte, le tuvo que decir: «Señora presidente, las Fuerzas Armadas están a sus órdenes».

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