Melanie Griffith era una borrachuza

Ed Wood estaba hecho de la misma materia que Griffith, Welles y Coppola. Compartió su locura por el cine, su fe ciega en las imágenes y sus acuciantes problemas económicos. Pero no tuvo su ingenio y rodó las peores películas de todos los tiempos. Tim Burton se enamoró de su historia y se la ha contado al mundo con maestría y ternura en Ed Wood, su última película.

Son tantas las similitudes entre ambos cineastas que sólo Burton podía filmar la vida de Wood. Primero, porque siente una atracción irresistible por los seres marginados, como ha demostrado con Eduardo Manostijeras, un largometraje próximo a éste. Además, porque por raro que pueda parecer, de no haber tenido éxito, es probable que él hubiera acabado como Wood.

Pero, sobre todo, porque ambos comparten su pasión infantil por la ciencia ficción y el terror y por un actor del género. Wood adoraba a Bela Lugosi, al que convirtió en estrella de sus películas. Burton admiraba a Vincent Price, al que dedicó su primer cortometraje, Vincent, para el que escribió un papel en Eduardo Manostijeras y sobre el que ahora prepara un documental.

«Crecí viendo películas de Wood en televisión -recuerda Burton-. Al principio, pensaba: "Pero, ¿qué es esto?". Luego, me di cuenta de que aun siendo malas, tenían algo bueno y poético, porque Wood era fiel a sus principios. No dejaba que cuestiones técnicas, como cables visibles, le distrajeran de lo que quería contar. Es una forma especial de integridad». La fascinación que la película ejerce sobre el espectador surge de la sensación de incredulidad que produce lo que se ve.

El encanto del personaje radica en su pasión por el cine.

Era tal su fascinación por el proceso de hacer películas que el resultado era secundario para él y solía calificar sus continuos errores como «licencias dramáticas».

El gran acierto de Burton ha sido la elección de los actores. Sobre todo la de Johnny Depp, con bigotito, tupé engomado y voz aguda, encarnando a Ed Wood, y la de un magistral Martin Landau, en el papel de su actor fetiche, el entrañable Bela Lugosi.

Depp, en una interpretación llena de vida, aparece en algunas de las escenas travestido, justo como hacía Wood para dirigir.

El proyecto, del que Burton ha hecho su largometraje más personal, surgió sin embargo como una broma entre Scott Alexander y Larry Karaszewski, guionistas de Este chico es un diablo, y Michael Lehmann, director de El gran halcón.

«Como se dice de nosotros que hemos hecho las peores películas del mundo -cuenta Lehmann-, nos parecía gracioso hacer una precisamente sobre Ed Wood».

Lehmann le ofreció el guión a la productora Denise Di Novi, con la intención de conseguir financiación, pero ésta se lo llevó rápidamente a Tim Burton.

A partir de ahí, los rumores, recogidos por la revista Premiere, son que Burton le robó la película a Lehmann, que aceptó dirigir Cabezas huecas, conformándose con figurar como productor ejecutivo en los títulos de crédito del futuro largometraje.

No acabaron ahí los problemas. Burton exigía rodarla en blanco y negro, pero los ejecutivos de la Columbia se negaron en redondo, porque eso hacía muy difícil su distribución, sobre todo en vídeo.

El director se vengó dejando colgado el filme Mary Reilly, protagonizado por Julia Roberts, que era el otro proyecto que preparaba para la Columbia, y ofreciendo Ed Wood a la Disney.

La Disney aceptó porque confiaba en Burton, porque la película costaba sólo 18 millones de dólares y, sobre todo, porque quería contentar al cineasta para que firmara un contrato a largo plazo, por el que se comprometía a colaborar en sus películas y sus parques de atracciones. Burton mareó la perdiz durante todo el rodaje y, al acabar, plantó a la Disney para volver con Warner, los productores de la tercera entrega de Batman.

La película, rodada en 72 días en Los Angeles, recoge la época dorada de Wood, en los años 50. Su encuentro con Bela Lugosi, el nacimiento de la amistad entre ambos y la filmación de los trabajos que hicieron juntos, Glen or Glenda (Glen y Glenda), The Bride of the Monster (La novia del monstruo) y Plan 9 of the Outer Space (Plan 9 del espacio exterior), que son los títulos más conocidos del cineasta.

Tim Burton ha preferido ignorar el calvario que fue la vida de Wood entre la muerte de Lugosi, en 1956, y su propio fallecimiento, de un ataque cardiaco, en 1978, mientras veía la televisión.

Para entonces, alcohólico y dedicado de lleno a la pornografía, escrita y filmada, preparaba su retorno con The last Days of Bela Lugosi, una biografía de su estrella.

Cuando Wood conoció a Lugosi, el actor húngaro llevaba 20 años retirado y consumiendo morfina. Sin embargo, la gente aún le recordaba por su papel de Drácula. De modo que Wood lograba dinero para sus proyectos poniendo el nombre de Lugosi en ellos, mientras que, gracias al director, el anciano actor alargó su carrera cuando nadie quería saber ya nada de él.

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