Beatriz de Orleans da náuseas
Estaba yo todavía estupefacto, después de oírme decir a mí mismo en voz alta que qué lástima que se separen Manuel Díaz El Cordobés y Vicky Martín Berrocal, con la pareja tan bonita que hacían y lo cariñosos que aparecían en todo momento el uno con el otro, sobre todo él con ella, él parecía un marido envidiable, uno de esos hombres a los que se les sale el corazón, a lo mejor porque han tenido durante toda su vida el corazón muy lastimado, qué mal sabor de boca se te queda cuando una pareja así se separa; estaba yo todavía estupefacto, ya digo, con el marujeo tan sentido que me estaba endilgando a mí mismo, después de ver en la tele las últimas novedades sobre la separación en cuestión, cuando de pronto me acordé de la entrevista que en este periódico le hacía el domingo María Eugenia Yagüe a una tal Beatriz de Orleans no la de Sanlúcar , a todas luces una señora de lo más chic, una señora de lo que toda la vida se ha llamado «el gran mundo», vamos.
Cuando yo era chico había una revista que se llamaba así, Gran Mundo, y era de cotilleo, pero de cotilleo superelegante, lo que entonces se llamaba «vida social», una cosa de mucho empaque, nada que ver con las ordinarieces de ahora, con los tejemanejes de los Dinio, los Lequio, las Carmina Ordóñez y Belén Esteban, los Ernesto Neyra y Antonio David Flores. Qué bajo ha caído el periodismo de sociedad. Nada que ver con aquellos caballeros que tenían clase hasta para las indiscreciones, nada que ver con aquellas damas tan finas y cuyas indiscreciones eran superbonitas.Señoras como la tal Beatriz de Orleans, seguro.
Pues bien, María Eugenia Yagüe le pregunta a la tal Beatriz de Orleans, que es algo así como public relations de Dior, por aquella vez que organizó en París un desfile con auténticos harapos de mendigos, con el consiguiente escándalo, un circo montado por los sindicalistas de izquierdas, según la tal Beatriz de Orleans, a fin de cuentas, dice la tía, «sólo eran unos 30 mendigos y acabamos invitándoles a una copa de champaña, quitándoles las pulgas de la barba con Eau Sauvage y Fahrenheit, y les regalamos un pañuelo, y estaban encantados».
La verdad: ¡cuánto ha mejorado el periodismo de sociedad! Porque no sólo Manuel Díaz El Cordobés, ese encanto de hombre, sino hasta el mismo Dinio, el mismo Lequio, la misma Carmina Ordóñez y la misma Belén Esteban dan menos náuseas que esa tal Beatriz de Orleans.
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