El primer español de nuestro siglo

Las Cortes de Cádiz le declararon benemérito de la Patria y los estudiosos de su figura le distinguen como el primer español de su siglo. Fue alcalde del crimen en Sevilla y ministro en dos ocasiones: de Comercio en 1783 y de Gracia y Justicia en 1797. Informó sobre la enseñanza, las diversiones públicas y la política agraria. 

Por lealtad a sus amigos no dudó en padecer cárcel donde los inquisidores le mantuvieron siete años. Era un hombre, dirá su biógrafo Angel del Río, «que como pocos en España, tuvo el don sutil, tan raro, de entender en toda su trascendencia el complicado mecanismo de la formación espiritual y científica de la juventud». 

El mismo Jovellanos dijo en carta a González de Posada: «Aspiro a formar un modelo de aquella instrucción literaria que necesita la nación para ser instruida en aquella especie de conocimientos que ha despreciado hasta aquí».

A través de su Diario nos ha llegado la vida cotidiana del hombre egregio. Y este mismo que saluda a las niñas de Corcuera o se sienta a jugar en las mesas de bisbís o de rocambor, es el que se acompaña en la cárcel palmesana de fray Antonio y fray Mallorca y ambos se complementan con el dramaturgo de El delincuente honrado, con el académico, con el miembro de las Sociedades Económicas de Amigos del País y con el fundador del Instituto Asturiano de Náutica y Mineralogía, todos fundidos en la misma persona que al atardecer y frente a un chocolate empieza con unos amigos la charla de altos o cortos vuelos. 

Fuera, la noche conspira contra la persona y la obra de este ilustrado.

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