El orgasmo del gol

Desde Darwin, sabemos que el animal humano ha evolucionado del mono. Sin embargo, tampoco hemos evolucionado tanto como nos imaginamos. Las investigaciones pioneras de primatólogos como Jane Goodall y Frans de Waal han demostrado de manera contundente que compartimos muchos aspectos básicos de nuestra psicología con nuestros parientes más cercanos.

Y uno de ellos es sin duda el amor a la tribu. Entre los chimpancés, cuando surgen conflictos entre grupos rivales, cada manada suele tener una cuadrilla de hinchas que no participan directamente en la batalla, pero no paran de gritar, golpearse en el pecho y jalear a los suyos. ¿Les suena?

Hoy, en pleno siglo XXI, el orgasmo colectivo que siguen sintiendo millones de personas cuando su equipo mete un gol en la portería enemiga demuestra hasta qué punto estas emociones atávicas siguen ejerciendo su poderío entre los primates de la especie Homo sapiens. 

Ya lo dijo Freud: la autoestima de cada ser humano tiene no sólo un componente individual, sino también colectivo, y por eso siente orgullo o vergüenza no sólo por sus éxitos o fracasos como fulanito del tal, sino como miembro de las sociedades a las que pertenece y por las que siente devoción. En el caso de un acontecimiento deportivo como el Mundial de Fútbol, los jugadores de la Roja que lucen la camiseta tribal se convierten en iconos que simbolizan al ego colectivo, y por eso todos aquéllos que se identifican con ese yo social (cantando con pasión el himno de «yo soy español...») sienten sus victorias o derrotas como algo íntimamente suyo. Por eso, como demuestra el fascinante estudio que acaba de publicarse, sus organismos descargan un chute hormonal que les pone en guardia para defender la dignidad de su manada.

Sí, hemos evolucionado, pero poco.

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