Nacho Duato cambia a España por Rusia
Vaqueros, zapatos deportivos, jersey. Nacho Duato en versión informal, que no se trataba de ningún estreno a bombo y platillo sino de una conversación con aire de entre amigos en la Fundación Juan March de Madrid. Una velada para complacerse con la vida y milagros del coreógrafo y ex bailarín en presencia del periodista Antonio San José.
Y no, no hubo resentimiento de manera frontal, aunque sí dardos más o menos envenenados hacia el trato que recibió del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (INAEM) cuando abandonó la Compañía Nacional de Danza (CND) después de 20 años como director artístico y de un prestigio internacional que no ha dejado de crecer gracias a su toque de distinción. «Fallaron las formas en mi salida de la CND, hubo cosas innecesarias. A mí me gusta que esté todo bien organizado y no que haya giros», declaró echando la vista atrás hacia una etapa que mira desde la distancia, desde los 5.000 kilómetros que le separan de su país ahora que desarrolla su magisterio en el Teatro Mijailovsky de San Petersburgo.
Pregunta: «¿Añoras España?». «Mmmmm...», fue su respuesta automática, que levantó murmullos y alguna que otra carcajada. Unos segundos de reflexión antes de soltar de forma tajante: «Cuando corto con una situación, ya no vuelvo atrás». Tal vez una manera de alimentar a los detractores de su figura, aquellos que echan leña al fuego siempre que pueden y le achacan que su paso deja una especie de tierra quemada tras de sí.
También 'showman'
Sea o no verdad semejante apreciación, el caso es que la entrevista sobre las tablas del auditorio de la Fundación March bordeó por momentos la hagiografía, aunque encandiló (quizá por eso mismo) completamente a los asistentes que abarrotaban la sala, prestos a reírse cuando Duato ejercía incluso de showman, sabedor de que todas las miradas se posaban en él.
Quedó claro que está encantado en Rusia, un país del que admira su respeto por la cultura y del que aún hoy le sorprenden escenas cotidianas como ver a la gente «en los tejados de sus casas limpiando la nieve». Se encuentra asentado en la majestuosa ciudad del Museo Hermitage (donde acudió el día de la inauguración de una muestra con fondos del Prado), pero son frecuentes sus viajes a Moscú. «Vivo muy a gusto en San Petersburgo, pero es tal vez una ciudad un poco provinciana. Moscú es mucho más ciudad», señaló para regocijo de quienes ansiaban escuchar detalles de su devenir cotidiano en la fría patria de los zares.
Así, en tono jocoso, transcurrió un coloquio salpicado de imágenes en vídeo, como cuando se le vio rememorar en inglés sus comienzos en una escuela de ballet de Londres, de donde saltó a Nueva York antes de tener el honor de trabajar con Kylian o Mats Ek, nombres imprescindibles en la evolución de la danza.
Su periplo internacional y su aprendizaje de altísimo nivel se convirtieron en la garantía para que el Ministerio de Cultura español le ofreciera un contrato. Sin duda, sus dos décadas al frente de la Compañía Nacional de Danza han marcado un antes y un después en la historia de la disciplina de este país. Y ayer su discurso sereno denotaba que, tras ese periodo, necesitaba experimentar la pleitesía de otros públicos, como cuando bailaba en el Lincoln Center o la Metropolitan de Nueva York. Eso sí, mostró un cariño especial para aquella primera coreografía que puso en pie con música de su admirada María del Mar Bonet.
Y, por supuesto, hubo espacio para que la audiencia se hiciera idea del grado de adoración que despierta allá por donde va. Por ejemplo, cuando se exhibieron imágenes en las que se mostraba el texto de algún crítico británico alabando su trabajo. «Pocos coreógrafos cuidan tanto los ensayos como él», podía leerse en pantalla mientras él, probablemente, ya no recordaba que hace sólo dos meses, también en Madrid, deslizó que su sustituto en la Compañía Nacional de Danza, José Carlos Martínez, está haciendo lo que el propio Duato ponía en práctica hace nada menos que 15 años.
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