Cada día hay más maricones

La carrera del superbritánico George Michael comenzó su declive en Estados Unidos cuando, allá por finales de los 90, fue sorprendido en unos baños públicos de Los Ángeles haciendo cositas con un hombretón que resultó ser un agente de policía. El gran público de esa América que es un macronegocio, como dice Brad Pitt, le dio la espalda bajo el paraguas de la mayoritaria fe republicana. Desde entonces, salir del armario en el prime time televisivo representa toda una audacia para cualquier estrella del pop que se precie. 

Sin embargo, hete aquí que el emergente Adam Lambert ha conseguido romper el maleficio con su descaro y el respaldo de haber sido uno de los cantantes más populares de EEUU tras ser finalista en American Idol (el equivalente a Operación Triunfo). Su segundo disco, Trespassing, le ha catapultado hasta el número uno de la lista de la todopoderosa revista Billboard, con la particularidad de que es el primero que lo consigue siendo un gay declarado. 

Por supuesto que nombres como Elton John, George Michael o Freddie Mercury ya se encaramaron con anterioridad hasta esa misma cima, pero su armario aún se encontraba cerrado a cal y canto en el momento de lograrlo. 

Se da la circunstancia de que, precisamente, los supervivientes de Queen -con el businessman Brian May a la cabeza- ficharon recientemente a Lambert como sustituto (sic) del malogrado Mercury para salir a la carretera con ellos este verano. ¿Le vendrá grande el reto? 

Poses arriesgadas 

Su chorro de voz le avala, y su pluma también. Otra cosa es que, por mucho esfuerzo, ni él ni nadie podrá usurpar nunca el trono del ex amigo de Montserrat Caballé. 

Apostando por él, Queen evidencia que su regreso no tiene otro objetivo que rentabilizar su tirón entre los norteamericanos. Y punto. 

Lo que está claro es que este treintañero con look de pastiche cyberpunk (por cierto, el padre de esta estética, Billy Idol, actuará en Madrid el 19 de julio) se encuentra en la cresta de la ola.

Los magazines malhablados escupieron que si Adam Lambert no ganó en su día American Idol fue por... su orientación sexual. Nadie ha podido probarlo, pero él ha dado la vuelta a la tortilla sintiéndose lo suficientemente fuerte como para dejar boquiabiertos a los televidentes del Mid West dando un beso a un bailarín en directo o simulando que le hacen una felación en plena coreografía. Todo un shock para la televisión estadounidense, sobre todo en determinados horarios. Basta recordar la que se armó cuando a Janet Jackson se le escapó un seno durante la retransmisión de su show junto a Justin Timberlake en la Superbowl para darse cuenta del tabú que representa cualquier cuestión sexual en un país que, por otra parte, no pone ningún obstáculo al exhibicionismo de la violencia. 

Hasta las señoras más conservadoras se han acostumbrado a ver en pantalla a Adam Lambert semana sí y semana también, con sus gestos afeminados y su carita de nací-para-esto-queridas-amigas. 

Curiosamente, la conexión entre Queen y American Idol no resulta fortuita. Fue en el programa final de este concurso en 2009 cuando Roger Taylor y Brian May osaron sacar a Adam Lambert a escena para hacer versiones de los artífices de Bohemian rapsody o A night at the opera. 

Ya entonces se elevaron las quejas de los más acérrimos de la millonaria banda por la desfachatez de suplir al gran Freddie (algo que en absoluto era la primera vez que hacían). 

Parafraseando su apellido, May podría hacer buenas migas con el iluminado Ray Manzarek, teclista histórico de los Doors igualmente entregado a la explotación de su legado sin escrúpulos. 

El problema vendrá si la gira veraniega de Queen con Adam Lambert no llega a buen puerto. Ahí sí que podría resentirse su carrera, pues quedaría marcado para siempre como el aspirante a Mercury que se quedó por el camino. Tal vez por ello pretende blindarse con su nuevo álbum en solitario, llamado a tener un largo recorrido mainstream. 

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