El poderío blanco

Ni sindicatos ni el 15-M ni acampadasol ni los recortes... En los últimos meses ningún colectivo ni causa alguna consiguió reunir a tal número de personas, soportando las inclemencias del tiempo. Está claro: Madrid es del fútbol. Lo demás... lo demás es la realidad, y para el día a día ya habrá tiempo.

La lluvia, protagonista durante gran parte del recorrido que hicieron los jugadores entre el estadio Santiago Bernabéu y el tradicional lugar de homenaje a los campeones, no fue un inconveniente para los aficionados. «Es la primera vez que mi hijo ve algo así. Lo traigo llueva, truene o nieve», declara con rotundidad un padre con una criatura en brazos. En el otro lado de la pirámide de edades, un anciano aseguraba que en sus 40 años como socio del Real Madrid, ésta era «la mejor liga de todas, por los puntos obtenidos y el rival a batir, un Barça de leyenda».

Apenas unos minutos después de las 19.00 horas, se puso en marcha la arcana liturgia que acompaña al homenaje de los campeones. Los futbolistas, en un autobús con el cielo de Madrid como techo, recorrieron en apenas media hora la distancia que separa el coliseo blanco de la plaza de Cibeles. Además de por la Policía, también a caballo, y de algunos medios de comunicación, el papamóvil laico fue escoltado durante todo el trayecto por decenas de aficionados que corrieron su particular maratón al lado de sus ídolos. Un grupo de motocicletas hacía lo propio en los carriles aledaños.

Mientras, el río crecía hasta convertirse en tsunami. Unas 25.000 personas, según datos de la policía, colapsaban absolutamente la zona cero, impidiendo cualquier intento de acercarse a Cibeles, impaciente por recibir el homenaje merengue, cuatro años después del último título liguero.

Finalmente, el grito ensordecedor de los aficionados hizo un exorcismo al mal tiempo y fue el Sol quien se sumó a los festejos. Y es que gritos y lemas no faltaron durante toda la celebración. «Campeones, campeones», el más socorrido. «Iker Casillas, la la la la la la, Iker Casillas», un clásico. Con la misma melodía: «José Mourinho...», en un ejercicio de olvido colectivo sobre tiempos en los que afición y entrenador no comían en el mismo plato. «Ha demostrado que es el mejor entrenador del mundo», asegura un aficionado. Y un guiño al inconformismo: «Raúl a la selección».

También hubo cánticos no aptos para menores, y no por cuestiones de cintura para abajo, sino por la intensidad con que los blancos hacían memoria de los jugadores azulgrana en términos poco amistosos. Cosas del fútbol.

Pelillos a la mar, lo importante es que la liga es blanca. Y que, una vez más, el capitán del Real Madrid tuvo el honor de pisar tierra de dioses para contarle al oído a Cibeles que aquí está el mejor equipo de España.

Como ocurre siempre, los que se resisten a dar por finalizada la fiesta protagonizaron varios incidentes aislados que tuvieron como resultado la detención de una persona y otras 14 con heridas leves. Un balance más que aceptable para una concentración que no dejó lugar a dudas: Madrid es del fútbol.

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