Rompiendo el filamento de sus corazones

Muy probablemente estén muertos», enfila la investigación. Tanto Ruth como José. Los dos hermanos habrían cedido su vida a una sobredosis de ansiolíticos asistida por su padre. El veneno pudo destrozar el filamento de sus corazones el pasado 8 de octubre, nada más bajarse la tarde del reloj. Los «hizo desaparecer» y el presunto verdugo denunció haberlos perdido en un parque, «cuando en realidad no llegaron ni a ver un columpio», desvela un policía. «Ni iban en el coche camino del parque», prueba la Universidad de Valencia en un estudio de las cámaras de seguridad. Era la hora de la merienda y los pequeños ya se habrían evaporado en un profundo sueño. El de José Bretón: «Hacer el mayor daño posible a su mujer». O desde una perspectiva más real, los pequeños se disiparon en una brutal pesadilla, la de Ruth Ortiz: una madre a quien el Monstruo de Las Quemadillas le acababa de arrancar dos vidas.

Los primeros testimonios «son fundamentales para saber qué ocurrió con los pequeños», acentúa rápidamente una memoria policial. En esas horas posteriores, las declaraciones de José y su familia abren surcos de duda. Es más: el juez José Luis Rodríguez Laín afirma ahora que «los Bretón mienten». «Miente la madre, Antonia; el hermano Rafael y la hermana Catalina», constata.

En ese paquete de disfraces, se detecta una sola verdad. La de Antonia: «Mi hijo ha hecho desaparecer a los niños». Desde el Juzgado número 4 de Córdoba explican que aquello «se le escapó» en la primera declaración. Pero fue suficiente para hacer saltar las alarmas. Con ese despiste, la madre de José asfixió la presunción de inocencia de su hijo. Aunque en la segunda mantuvo el silencio. Aunque en la tercera sencillamente se puso la careta: «Mi hijo es inocente», rectificó. No vaciló tanto la Policía, que detuvo a José Bretón el 18 de octubre; ni tampoco le templó el pulso a la científica para centrar en mayúsculas que el motivo de la detención fue: «DOS ASESINATOS».

Al camino de la verdad sólo ha tenido acceso José Bretón y éste no deja de cantar a la Policía que «por la mañana estuvo en casa de sus padres, después fue a la finca familiar (Las Quemadillas) y allí, desde las 13:45 hasta las 17:15 horas, los niños estuvieron dormidos en el interior del coche». Un subterráneo viaje de casi cuatro horas. O tal vez sin retorno al tragar una cantidad mortal de Orfidal y Motiván. Dos medicinas que obtuvo el progenitor unos días antes, 27 de septiembre, en una cita con su psiquiatra, a quien soltó «una gran cantidad de mentiras», se descubre ahora. Es la peor de las afirmaciones en una extensa investigación policial. Con siete meses de pesquisas. Con unos 11.000 folios. Con 11 tomos. Y un epígrafe que pega un guantazo a la esperanza. El que encabeza «la hipótesis más probable»: José Bretón es el asesino de sus hijos.

Los motivos son cristalinos para la Brigada de Delincuencia Especializada de la Policía Nacional: «Un móvil pasional, por celos y venganza». Dicho esto, la fuerza de la ciencia pide paso para descartar su locura. Para extraer la raíz de su mente han sido necesarios un forense, un psiquiatra, varias pruebas psíquicas y dos entrevistas en la prisión de Alcolea (Córdoba): el 11 de noviembre y el 15 de diciembre. La conclusión se entrecomilla en una frase inequívoca: «Bretón no padece trastorno mental alguno».

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