Nancy Reagan la vengadora

«Una vez, un amigo me comentó: "Nancy, la gente no puede creer la manera en que le miras constantemente, es como si estuvieras diciendo: Es mi héroe". Le contesté: "Es que es así, es mi héroe"». De cualquier modo, para tiempos turbulentos como primera dama, aquellos en los que se descubrió su pasión por la cábala. El contacto continuó con la astróloga californiana Joan Quigley, a la que comenzó a frecuentar para superar la ansiedad que le había producido el atentado, no favoreció en absoluto su imagen pública. «Hablábamos a menudo y, según los astros, hubiera podido evitar esa desgracia. Al cabo de un año, llamar a Joan se había convertido casi en un hábito.

Le preguntaba por mis hijos, por la salud de mis ancianos padres. Ella era mi amiga y casi un terapeuta para aliviar temores. Algunas veces cambiábamos pequeños detalles del organigrama previsto, las fechas de entrevistas o reuniones. Mi única preocupación era no involucrar a "Ronnie" en mis consultas. El sólo me sugurió que fuera discreta para que la gente no se enterara». Precaución que salta hoy como entonces en pedazos, transcurridos apenas doce meses del adiós a la presidencia, al recordar algunos aspectos y gentes del pasado. 

La primera «troika» de asesores de Ronald Reagan: Mike Deaver, Ed Meese y Jim Baker, no sale demasiado bien parada de las reflexiones de Nancy. «Baker trabajaba bien para mi esposo pero era demasiado ambicioso y, a la postre, sólo le importaba seguir subiendo. Deaver estaba preocupado por su escaso sueldo al servicio de la Administración. Siempre repetía que ganaría más en el sector privado. Sin embargo, los tres trabajaban correctamente, pero no puedo decir lo mismo de Alexander Haig.

Tampoco Raisa Gorbachov en sus Primeros contactos faltó en la re. :ión entre las primeras damas. «Mi impresión sobre ella es que nunca paraba de hablar o de sentar cátedra, para decirlo con más propiedad. Nos vimos unas dos veces en tres o cuatro en países distintos. A veces, hablaba de las glorias del Partido Comunista soviético, otras, de marxismo o leninismo. Hasta pontificó un par de veces sobre los fallos del sistema político estadounidense. Mientras Raisa tiende a ser seria y solemne, su marido tiene un estupendo sentido del humor y no es nada protocolario. 

Gorbachov dijo algo remarcable en uno de nuestros últimos encuentros: «Se como funciona vuestra Constitución, pero desearía que su marido continuara en la presidencia cuatro años más». Tras analizar las peripecias emocionales padecidas con los tipos de cáncer diagnosticados para ella y su esposo, Nancy da rienda suelta a otro tipo de confidencias, más íntimas, más de círculo familiar. Ambos se arrepienten de que ninguno de sus cuatro hijos obtuviera una licenciatura universitaria. «He tenido altibajos con todos ellos, pero mi relación con "Patti" ha sido uno de los puntos más dolorosos de mi vida». En especial, según la ex primera dama, cuando recibieron un ejemplar de su novela «Home Front», narración presuntamente ficticia escrita por la hija de Reagan, basada en una mujer joven de ideas izquierdistas cuyo conservador padre llega a ser presidente de los Estados Unidos. Llevan tres años y medio sin contacto. 

«Publicado el libro, llamó a casa recriminando que no le hubiéramos dado nuestra opinión. Su hermano Ron se enfadó muchísimo con ella y le dijo: "¿Qué esperabas? Has arrojado un montón de basura sobre toda tu familia y encima quieres que digamos que es maravilloso"».

Ahora, tras la gira japonesa por la que recibirán dos millones de dólares, Nancy y "Ronnie" volverán a su querida California. «Hemos vivido veinte años de trayectoria pública y ahora sólo queremos pasar el mayor tiempo posible con nuestra familia y amigos y, sobre todo, el uno con el otro». Uno de los personajes del entorno Reagan que sale más perjudicado por la publicación de «Mi turno» es, sin duda alguna su antiguo jefe de gabinete Donald Regan, el único que ha respondido públicamente hasta hoy a las pullas de la ex primera dama. 

De Regan escribe Nancy que «utilizó la polémica con la astrología para vengarse sin ningún motivo de "Ronnie" y de mí», citando el apogeo de la controversia IránContra con detalles diarios de los «erróneos» consejos brindados por tal asesor para «poner en difíciles compromisos a mi marido». Donald Regan aceptó una entrevista televisada con la poderosa cadena NBC para lanzar su contraofensiva dialéctica. «La señora Reagan no siente gratitud por nadie. Tiene demasiada autocompasión y parece no haberse enterado de nada de lo que sucedía a su alrededor en los últimos ocho años. En el asunto de la astróloga, la señora Quigley era quien decidía cuándo el presidente de los Estados Unidos debía volar, hacer determinados discursos o cuáles eran los mejores días para convocar a la Prensa. 

Esa es una manera de mediatizar la agenda de uno de los hombres más importantes del planeta y cuando uno consigue eso, tiene una cantidad de poder inimaginable. Siendo su jefe de gabinete, no podía verlo con buenos ojos», dijo Donald Regan. El potencial «bestseller», sacado al mercado por la editorial Random House, hizo su aparición en los estantes de las librerías de Estados Unidos el pasado viernes 20 de octubre. Nadie ha conseguido esclarecer la cifra pagada a Nancy Reagan para que accediera a desgranar en esas páginas sus experiencias vitales y políticas.

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