Europa recibe a lo mejor del rugby

El mundo del rugby tiene hoy sus ojos puestos en Europa. La temporada acaba de comenzar en el hemisferio norte, pero lo hace a toda vela. Dos de las selecciones más poderosas del mundo, los All Blacks de Nueva Zelanda y los Wallabies de Australia, están en nuestro continente, realizando giras paralelas, con las que pondrán fin a su año rugbístico que ambos acaban con suerte dispar. Los neozelandeses culminarán en Gran Bretaña una temporada en la que no han conocido la derrota -en realidad, su última caída fue en Nantes, Francia, hace tres años, mientras que los australianos, de visita en tierras francesas, buscarán allí recuperarse de un balance que hasta hoy muestra un solitario triunfo frente a tres derrotas. 

Los All Blacks jugarán doce partidos en Gales, Irlanda e Inglaterra, y todo hace suponer que tienen buenas posibilidades de terminar la gira sin contratiempos ya que solamente su último adversario, los Barbarians, parece en condiciones de jugar de igual a igual con los poderosos campeones del mundo. Para los Wallabies, el desafío no parece tan sencillo. El rugby francés es mucho más fuerte, hoy en día, que el británico y, además, su programa de partidos es notablemente más difícil, al menos sobre el papel, que el que le espera a sus vecinos del Pacífico sur.

Los All Blacks son un mito del rugby mundial que ellos mismos se encargan de mantener vigente, con un despliegue fabuloso de poder y técnica cada vez que pisan un campo. Iniciaron su viaje por Gales, con partidos ante adversarios de no demasiada entidad, quizá de preparación al «gran partido», el que jugarán contra la selección galesa, en Cardiff, el 4 de noviembre. Si las estadísticas sirven para algo, en este caso podría predecirse un fácil triunfo de los visitantes. Hace poco más de un año el orgullo galés fue duramente vapuleado durante una gira por Nueva Zelanda. Allí recibieron las más aplastantes derrotas de su historia (52-3 y 54-9), precisamente ante los All Blacks. 

A este antecedente se le puede añadir la floja actuación galesa en el Cinco Naciones, torneo en el que sumaron un solo triunfo, ante Inglaterra, en cuatro partidos, y el mal momento en general que atraviesa el rugby de Gales. Sólo el orgullo galés podría modificar el pronóstico. Aseguran que fue un galés el que sentenció: «El rugby no es lo más importante de la vida, es, simplemente, la única razón para vivir».

En Gales este juego es una religión. Solamente eso y el aliento de los espontáneos coros de los 50.000 espectadores que llenarán el Arms Park, el estadio nacional, podrían evitar lo que parece inevitable. Religión versus magia negra. La gira continuará por Irlanda, con cuatro partidos contra selecciones provinciales y uno más ante el equipo nacional, cuya moral está algo más alta que la de los galeses, pero que también tendrán que sacar muchas fuerzas de donde no las hay para ganar a los neozelandeses. 

A los All Blacks solo les quedará un partido por delante, el último de la gira, frente a una selección nimbada por un cierto halo mítico: los Barbarians. Se trata de un combinado por invitación del que forman parte los mejores jugadores de Gran Bretaña, y que alguna vez tuvo franceses en sus filas. Toda la gente del rugby recuerda un partido entre estos mismos rivales, disputado en Cardiff el año 1973, que fue probablemente el mejor en la historia de este deporte. Ganaron los Barbarians.

Mientras todo esto ocurra en las Islas Británicas, del otro lado del Canal de la Mancha los australianos tratarán de recorrer las ocho estaciones de su via crucis, como así llaman a las giras por Francia quienes las han protagonizado. Los Wallabies sufrieron dos derrotas en su propio país contra los Lions británicos y los All Blacks, en la anual confrontación por la Bledisloe Cup. La empresa de recorrer Francia no es fácil. Basta recordar que los All Blacks sufrieron allí su última derrota. El itinerario australiano comenzó en Toulouse y Beziers y continuará por Rouen, Grenoble y Clermont Ferrand. 

Cinco partidos contra combinados nacionales, que suelen ser tanto o más duros que la misma selección nacional, y que servirán para calibrar lo que puede esperarse del primer test entre selecciones nacionales. Estrasburgo, en la frontera con Alemania, será su primer encuentro, el 4 de noviembre, y el segundo se celebrará una semana después en Lille. Unos y otros han tenido un verano de perdedores. Ahora solamente una de las selecciones podrá ganar y salvar su año internacional.

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