Enemigos por doquier

Hay una cuarta causa, según el Centro de Investigación para la Paz. EE UU reorienta su- estrategia global junto a sus aliados. Ya no se ve al enemigo tras el Telón de Acero del extinto Pacto de Varsovia. Ahora el enemigo se percibe en el Tercer Mundo, mucho más amplio, vasto e indefinido que antaño. Según Carlos Gómez, del CIP, «una vez desaparecido el enemigo soviético, los nuevos problemas de seguridad estarían planteados por la proliferación nuclear, la químicobiológica y de armamentos convencionales en el Tercer Mundo. 

También por el narcotráfico, los movimientos revolucionarios o los gobiernos que intenten alterar su papel en el orden económico mundial y por las guerras locales». Con estas ideas, hay muchos enemigos potenciales y dispersos a lo largo del planeta. Por eso, EE UU, la OTAN y Europa occidental piensan en contar con ejércitos más pequeños, flexibles y profesionales. Fáciles de transportar a largas distancias. Y con armas de sofisticada tecnología para poder librar guerras rápidas con el menor costo humano de vidas en el lado propio. 

El ejemplo sería la reciente guerra del Golfo. Desde sectores pacifistas se ha denunciado en la última década la proliferación de armas nucleares en el mar. La organización ecologista Greenpeace mantiene desde hace años una campaña en contra de usar el mar con fines de una contienda nuclear. Sus hipótesis son los siguientes. Una vez que las bases, rampas y silos terrestres son fácilmente detectables desde el espacio por medio de satélites espías, su capacidad queda al descubierto frente al enemigo y otro misil del lado contrario apunta allí. 

Sin embargo, un sólo submarino, oculto bajo las aguas, con capacidad para navegar ininterrumpidamente durante años es casi indetectable y además es móvil. La propuesta de Bush se refiere casi en su totalidad a armas terrestres, mientras que el despliegue ininterrupido de misiles balísticos de la última década a bordo de submarinos, que surcan los oceános cuando quieren y como quieren, sin ser visibles, sigue sin ninguna modificación. 5.400 cabezas nucleares de los EE UU se encuentran almacenadas en bases navales o navegando en estos artefactos situados en todos los mares del globo. Son las bases móviles de las grandes potencias que usan el espacio marino de todos en su política disuasoria. 

Sólo hay una excepción en la propuesta de EE UU que afecta a cabezas nucleares a bordo de portaviones y barcos. 1.700 armas nucleares serán retiradas de estos barcos que en algunos casos tocan puertos españoles y navegan muy próximos a nuestras costas. 350 misiles Tomahawk W-80, de 2.500 kilómetros de alcance y una capacidad destructiva de 5 a 150 kilotones serán retirados de los barcos. También se retirarán a tierra 1.350 bombas atómicas para ser lanzadas desde aviones y helicópteros que despeguen de los portaviones, con una potencia destructiva entre 20 kilotones y 1 megatón. Como se ve, la política de desarme no afecta a los submarinos. Ingenios impulsados por pequeños reactores nucleares capaces de navegar sin repostar durante años y que pueden llevar una decena de misiles intercontinentales con varios miles de kilómetros de alcance y además cada misil con varias cabezas nucleares independientes. Hasta aquí todo sobre EE UU y la URSS. 

Pero quedan otras tres naciones con una fuerte capacidad nuclear. Ninguna de las tres ha adelantado si tomará medidas de desarme en consonancia con EE UU, aunque es probable que el Reino Unido en primer lugar, y Francia a posteriori, también se sumen a liquidar su capacidad nuclear de corto alcance.

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