Carta a Clarin

El dibujante Joaquín Lavado, «Quino», no se plantea volver a dar vida a Mafalda, un personaje que vivió su última aventura en 1973, tras diez años de publicación ininterrumpida en diferentes diarios y revistas argentinas. Quino, que se encuentra en Barcelona para participar por primera vez en el Salón Internacional del Cómic, explicó a Efe que decidió abandonar el personaje «porque noté que empezaba a repetirme». Mafalda no podría desenvolverse en el mundo actual, según afirma el propio autor, «porque en el mundo de hoy se está invadiendo la niñez con ordenadores y esa no es mi niñez, no la conozco y no sabría como reflejarla».

A pesar de haber dejado de dibujar a la precoz niña argentina, Quino no descarta rescatar el personaje para alguna causa benéfica o social, tal y como ya hizo en 1977, cuando aceptó el encargo de la Unicef para que Mafalda y toda su pandilla comentarán la Declaración de los Derechos del Niño. Más de diez millones de ejemplares vendidos de los libros de Mafalda, traducidos a 12 idiomas, demuestran que tras 17 años transcurridos desde la última aparición original del personaje no ha perdido su popularidad. Este hecho se debe, según Quino, a que «lamentablemente el mundo no ha cambiado en los últimos 25 años. Se ha cambiado el nombre a las guerras, pero los problemas siguen siendo los mismos y el mensaje de Mafalda sigue estando vigente». El dibujante argentino publica semanalmente una página en el rotativo Clarín de Buenos Aires, donde practica el tipo de humor gráfico que ha caracterizado toda su trayectoria artística, iniciada hace 34 años, aunque quizás no sea su faceta más conocida.

Pasado el tiempo reglamentario, y un poco más, la autoridad competente ordenó devolver el toro a los corrales. Cepeda no había sido capaz de matarlo y, lo que es peor, había sido incapaz de torearlo.

Un abismo tenebroso parecía haberse abierto a los pies de este elegante y desconcertado torero, paralizando sus movimientos. Luego, tras el toque del clarín condenatorio el toro se echó, acribillado, ofendido y cansado. En el mismo centro del ruedo, lo apuntillaron sin la presencia ni la vejación de los cabestros. Un piadoso silencio se extendió por La Maestranza. Pero no hagamos de un accidente una condena inmisericorde. Yo me uní a ese silencio esculpatorio y compasivo.

Llegó el quinto. Un escritor francés de cuyo nombre no me acuerdo ahora, escribió que una persona inteligente logra reponerse de un fracaso y que una persona tonta jamás se repone de un triunfo.

Cepeda se repuso. Cepeda demostró su capacidad de recuperación en el quinto, aunque aquí, y en este punto de exaltación y exultación, tendríamos que ir por partes y matizar algunos aspectos. La plaza estaba bajo los efectos compasivos del desastre y del posible aniquilamiento anímico que podía estar sufriendo Cepeda. Lo que hizo Cepeda tiene, a mi entender, dos interpretaciones diferentes.

Primero, sobreponerse a la ruina que le había buscado su primero, acredita su condición íntima de torero; segundo, en razón de esta disposición heroica se valoró al alza una faena incompleta. Hubo momentos esplendorosos en los que, erguido y arrogante, consiguió esa distinción cadenciosa que le caracteriza. Se trajo el toro de largo, embarcado y fijo en la -muleta, se apoderó del centro de la plaza -lugar inexpugnable cuando se conquista de verdad- y con una serie de redondos y dos cambios de mano perfectos puso la plaza en erupción. Contó el factor sentimental.

Y contó, sobre todo, la capacidad . para hacer que las lanzas se le tornaran benefactoras cañas.

Pero estuvo por debajo del toro. A Pareja Obregón le sobran muecas y ademanes dirigidos a su cuadrilla y a todo lo que se mueve en el ruedo. Y le falta centrarse más con el toro, o sea, torear de frente y con la panza de . la muleta. No puede fiarlo todo a dos «verónicas de alelí» como hace Curro: El sexto también estuvo apunto de marchársele vivo. Era un manso que acometía en oleadas y arrojó al callejón a «El Rabioso» y cada vez que Pareja Obregón intentaba descabellar se le arrancaba con intenciones homicidas. Con todo, Pareja Obregón dejó constancia de esos efímeros momentos de inspiración. Víctor Mendes ni vio ni entendió ni quiso ver ni entender al primer toro y logró ciertos momentos de interés en el cuarto. Ni siquiera en banderillas estuvo brillante.


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