Los secretos de La Gioconda
Pocas noticias en el mundo del arte y de la cultura, en general, han despertado tanta expectación como el de la nueva Gioconda del Museo del Prado. Coincidiendo con la presentación y la exhibición al público a partir de hoy de la hermana gemela de la célebre Mona Lisa, la revista Descubrir el Arte revela en su número de marzo todos los secretos en torno a la pintura de Leonardo da Vinci.
La publicación, en los quioscos desde mañana, da respuesta a todas las preguntas que el público, no sólo los especialistas, se viene formulando en las últimas semanas. ¿Por qué no se sabía hasta ahora que el retrato del Prado no era una copia posterior del cuadro sino una pintura realizada por el discípulo de Leonardo a la par que éste pintaba el original? ¿Cuáles son las diferencias entre una y otra? ¿Cómo se desarrolló el proceso de la restauración?
Las respuestas, el relato, el seguimiento que realiza la revista resulta apasionante, a la altura de una historia que parece más una ficción que una realidad, una historia, por otra parte, muy en la línea de la figura y las andanzas del genio renacentista.
Los visitantes del Prado ya conocían a la que siempre se ha considerado la Mona Lisa española, pero hasta ahora se creía que se trataba de una copia realizada en el siglo XVI. Todo empezó a cambiar hace dos años, cuando la pieza fue solicitada por el Louvre para una exposición y se convirtió en objeto de un análisis pormenorizado.
La radiografía practicada al cuadro reveló que el fondo negro era un repinte posterior, del siglo XVIII.
Una capa orgánica protegía la pintura original, lo que permitió eliminarlo sin dañar el paisaje que había pintado el discípulo de Leonardo y apreciar a través de rayos X que las correcciones ejecutadas en el dibujo subyacente por el maestro y el alumno eran las mismas. A partir de ahí, se inició de forma progresiva una serie de catas en la pintura de fondo por medio de disolventes que sacaron a la luz el retrato auténtico.
Una capa orgánica protegía la pintura original, lo que permitió eliminarlo sin dañar el paisaje que había pintado el discípulo de Leonardo y apreciar a través de rayos X que las correcciones ejecutadas en el dibujo subyacente por el maestro y el alumno eran las mismas. A partir de ahí, se inició de forma progresiva una serie de catas en la pintura de fondo por medio de disolventes que sacaron a la luz el retrato auténtico.
Los lectores tienen acceso al informe realizado por Almudena Sánchez y Ana González Mozo, restauradora e investigadora respectivamente del Área de Restauración del Museo Nacional del Prado, cuyos análisis han revolucionado las ideas que se tenían hasta ahora de la mítica obra.
«Aunque la calidad y la factura de la copia distan de las del original, muestran notables paralelismos en su realización, desde el dibujo preparatorio hasta casi los últimos momentos de la ejecución, lo que sugiere que el copista siguió a Leonardo mientras éste trabajaba en el original», señalan las especialistas, quienes dan cuenta de hasta qué punto la Gioconda del Prado es fundamental para apreciar la génesis y los detalles de la del Louvre, que se han ido perdiendo con el paso del tiempo. Por ejemplo, el velo, el colorido y los ricos adornos de la vestimenta de Lisa Gherardini, la modelo, esposa de Francesco del Giocondo. ¿Fue esta la obra que Da Vinci entregó a Lisa y a su marido, mientras él seguía buscando la perfección? Ésta es la pregunta y la tesis que sostiene José Riello en el texto principal de la revista.
«Teniendo en cuenta el interés obsesivo que siempre mostró el pintor por las cuestiones relativas a la fisiología y la expresión facial, La Giconda podría considerarse el tour de force por antonomasia de su carrera y, además, el producto de una idealización, un prototipo; aquí radica una de las diferencias esenciales respecto del cuadro del Prado, que es más retrato», sostiene el autor.
Descubrir el Arte acerca al lector a las semejanzas y diferencias entre las dos giocondas a través de fotografías inéditas hasta el momento, permitiendo acceder a los matices de la obra original partiendo de la réplica.
Así, el paisaje se ve con mayor precisión en la pintura del Prado, las ropas muestran más contraste de color; se observa que, aunque muy finas, la dama de Leonardo sí tiene cejas, y se llega a la conclusión de que la sonrisa -esa sensación de movimiento en los labios- no es la misma en la Mona Lisa del Prado.
¿Quién fue el autor de la réplica, quién se afanó en seguir los movimientos del maestro a la par que él ejecutaba el que habría de convertirse en uno de los cuadros más famosos de la historia de la pintura?
Ésta es una de las preguntas a las que los especialistas intentan dar respuesta, divididos entre distintas posibilidades: Andrea Salai, Francesco Melzi, Pietro Marani, Fernando Llanos, Alessandro Vezzosi o Fernando Yáñez de la Almedina.
Fuera quien fuese, lo importante es que esta última revelación, como indica José Riello, ayuda, más allá de la espectacularidad de la noticia, a saber más del proceso creativo de Leonardo al tiempo que enriquece su legado. Lo increíble es que, pese a todo lo que se está desvelando, el enigma de La Gioconda -y las sugerencias que se despiertan al contemplarla- permanece intacto.
no hables osnseras...
ResponderEliminarla gioconda no se sabe si es hombre o mujer!