El Madrid ha perdido la cabeza.
Al Madrid le faltó combatividad y acierto en los tiros libres. Ambos factores acabaron por condenarlo a perder, tanto el duelo como la cabeza de la clasificación, a las puertas del clásico ante el Barça, en la pista de un Joventut huérfano de victorias que, sencillamente, creyó más en sus posibilidades que los blancos. De éstos, apenas Llull pudo marcharse con la cabeza bien alta. Si llegaron los madridistas vivos hasta prácticamente el último suspiro fue en gran parte gracias a él. Los de Salva Maldonado, no obstante, hicieron valer su espíritu de lucha.
No le sirvió de mucho al Madrid colocar sobre la pista un quinteto inicial cargado de centímetros. Faltos en gran parte de agresividad bajo el aro rival, los blancos sólo fueron capaces de llevarse apenas un par de rebotes en ataque, un guarismo doblado por los verdinegros, pese a la menor estatura de su cinco inicial. El único pero que podría atribuírsele al conjunto de Salva Maldonado sería tal vez un exceso de aquello mismo que le faltaba a su rival: intensidad. En apenas cinco minutos, la Penya acumulaba ya cinco faltas de equipo. Los madridistas, no obstante, no parecían tener el día en los tiros libres. Y además, veían cómo el pívot rival, Williams, se convertía en el máximo anotador del primer periodo.
Con todo, los de Pablo Laso se las arreglaron para mandar en el marcador durante muchos minutos. El Joventut sólo se había puesto por delante en la primera jugada del partido. Hasta que llegó el minuto ocho del encuentro. Los verdinegros tomaron la delantera en el luminoso y acabaron firmando un parcial de 10-0, con dos triples consecutivos de Obasohan y Van Lacke, para ponerse siete arriba en el marcador y llevarse un cuanto menos sorprendente 22-17 al final del primer cuarto.
En el segundo, el duelo ganó en vistosidad. Unos y otros intercambiaron canastas, como púgiles buscándose los flancos encaramados al ring. El Madrid igualó el marcador, empeñado en este segundo tiempo a sonreír intermitentemente a unos y a otros. Para desesperación de los visitantes, y regocijo de los locales, el Joventut, un campeón tocado y no sólo en su orgullo por una trayectoria demasiado irregular, se las arreglaba no sólo para evitar el KO técnico, sino también para mantenerse metido de lleno en la pelea. El equipo de Pablo Laso se llevó el asalto, pero los verdinegros se mantenían por delante al descanso (39-36).
El espíritu de lucha, la combatividad, ayudó al Joventut a abrir brecha en el tercer periodo. Llegó a escaparse por nueve puntos en el marcador. El Real Madrid sólo podía responder con timidez inicialmente ante los arreones de un conjunto espoleado por una tremenda necesidad de victorias, pero supo reaccionar. Llegó a colocarse a un punto por debajo de su rival. Un nuevo buen parcial favorable a los locales (7-0) sirvió no obstante para que los de Salva Maldonado volvieran a llevarse el agua a su molino, con ocho puntos de ventaja en el marcador (61-53) a un minuto del final del cuarto. Los blancos volvieron a recortar, cierto, pero la sensación al encarar el último y definitivo periodo era que todos los ases estaban en manos de los verdinegros.
Los blancos, peleones, igualaron el marcador. A los locales, en cambio, les podía la ansiedad para anotar... No así para defenderse. El partido se dirigía en apariencia hacia un final inescrutable. El Madrid había tirado parte del duelo, pero conservaba opciones... hasta que los tiros libres le condenaron definitivamente.
No le sirvió de mucho al Madrid colocar sobre la pista un quinteto inicial cargado de centímetros. Faltos en gran parte de agresividad bajo el aro rival, los blancos sólo fueron capaces de llevarse apenas un par de rebotes en ataque, un guarismo doblado por los verdinegros, pese a la menor estatura de su cinco inicial. El único pero que podría atribuírsele al conjunto de Salva Maldonado sería tal vez un exceso de aquello mismo que le faltaba a su rival: intensidad. En apenas cinco minutos, la Penya acumulaba ya cinco faltas de equipo. Los madridistas, no obstante, no parecían tener el día en los tiros libres. Y además, veían cómo el pívot rival, Williams, se convertía en el máximo anotador del primer periodo.
Con todo, los de Pablo Laso se las arreglaron para mandar en el marcador durante muchos minutos. El Joventut sólo se había puesto por delante en la primera jugada del partido. Hasta que llegó el minuto ocho del encuentro. Los verdinegros tomaron la delantera en el luminoso y acabaron firmando un parcial de 10-0, con dos triples consecutivos de Obasohan y Van Lacke, para ponerse siete arriba en el marcador y llevarse un cuanto menos sorprendente 22-17 al final del primer cuarto.
En el segundo, el duelo ganó en vistosidad. Unos y otros intercambiaron canastas, como púgiles buscándose los flancos encaramados al ring. El Madrid igualó el marcador, empeñado en este segundo tiempo a sonreír intermitentemente a unos y a otros. Para desesperación de los visitantes, y regocijo de los locales, el Joventut, un campeón tocado y no sólo en su orgullo por una trayectoria demasiado irregular, se las arreglaba no sólo para evitar el KO técnico, sino también para mantenerse metido de lleno en la pelea. El equipo de Pablo Laso se llevó el asalto, pero los verdinegros se mantenían por delante al descanso (39-36).
El espíritu de lucha, la combatividad, ayudó al Joventut a abrir brecha en el tercer periodo. Llegó a escaparse por nueve puntos en el marcador. El Real Madrid sólo podía responder con timidez inicialmente ante los arreones de un conjunto espoleado por una tremenda necesidad de victorias, pero supo reaccionar. Llegó a colocarse a un punto por debajo de su rival. Un nuevo buen parcial favorable a los locales (7-0) sirvió no obstante para que los de Salva Maldonado volvieran a llevarse el agua a su molino, con ocho puntos de ventaja en el marcador (61-53) a un minuto del final del cuarto. Los blancos volvieron a recortar, cierto, pero la sensación al encarar el último y definitivo periodo era que todos los ases estaban en manos de los verdinegros.
Los blancos, peleones, igualaron el marcador. A los locales, en cambio, les podía la ansiedad para anotar... No así para defenderse. El partido se dirigía en apariencia hacia un final inescrutable. El Madrid había tirado parte del duelo, pero conservaba opciones... hasta que los tiros libres le condenaron definitivamente.
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