El que no perdona es el Barcelona
El FC Barcelona se desenvuelve en cualquier escenario. Lo hizo hace tres semanas ante más de 12.000 aficionados atléticos y ayer lo repitió ante otros 5.000 leoneses. En ambos casos mantuvo el tipo y salió triunfador. En León se llevó la Copa Asobal. La intensidad de la final arrojó un partido pasional, un buen espectáculo para cerrar el año.
A falta de tres segundos, el canterano del Ademar Jaime González fallaba un lanzamiento que podría haber conducido a la prorroga. Hasta entonces no se impuso la lógica, pero finalmente el todopoderoso equipo azulgrana sumaba un título más ante un rival que derrochó pasión y garra.
Era una final con muchas deudas pendientes. Los culés perdieron hace tres ediciones en el Palau este título ante el Ademar. Se les presentaba una oportunidad perfecta para tomarse la revancha. El anfitrión luchaba contra la estadística, ya que en las tres ediciones que se ha disputado este torneo en su pista, nunca se llevó la ensaladera.
El Ademar quería marcar el ritmo del partido, pero esa intensidad e igualdad sólo duró los primeros cinco minutos. Un parcial de 0-5 tras el empate a tres goles obligaba a Isidoro Martínez a pedir tiempo muerto. Los leoneses ya fueron siempre a remolque. Después de atascarse los dos equipos durante nueve minutos en el 5-9, se llegó al descanso con un 12-9 a favor del Barcelona gracias a Saric, que se estaba convirtiendo en una pesadilla para los ademaristas.
dos oportunidades
Pero el Ademar estaba ante los suyos, que llenaban el Palacio Municipal. Su fulgurante salida en el segundo tiempo les acercó en el marcador a un solo gol (13-14). El título no estaba decidido. El Barça lograba sortear la presión del 5-1 blanco con un Nagy en vena de aciertos y Rutenka desdoblándose a los seis metros. Ademar respondía con el empuje visceral de Ruesga y Antonio García.
Pero el lateral catalán fue quien perdió un pase en el último minuto, con posesión para empatar. Aún recuperó su equipo el balón a falta de 10 segundos provocando la falta ofensiva de Juanín. El joven Jaime González vio hueco, lanzó en apoyo, pero Saric sacó la pierna y dio otro título al Barça, que cierra un año en el que ha vuelto a convertirse en el mejor equipo de balonmano del mundo.
A falta de tres segundos, el canterano del Ademar Jaime González fallaba un lanzamiento que podría haber conducido a la prorroga. Hasta entonces no se impuso la lógica, pero finalmente el todopoderoso equipo azulgrana sumaba un título más ante un rival que derrochó pasión y garra.
Era una final con muchas deudas pendientes. Los culés perdieron hace tres ediciones en el Palau este título ante el Ademar. Se les presentaba una oportunidad perfecta para tomarse la revancha. El anfitrión luchaba contra la estadística, ya que en las tres ediciones que se ha disputado este torneo en su pista, nunca se llevó la ensaladera.
El Ademar quería marcar el ritmo del partido, pero esa intensidad e igualdad sólo duró los primeros cinco minutos. Un parcial de 0-5 tras el empate a tres goles obligaba a Isidoro Martínez a pedir tiempo muerto. Los leoneses ya fueron siempre a remolque. Después de atascarse los dos equipos durante nueve minutos en el 5-9, se llegó al descanso con un 12-9 a favor del Barcelona gracias a Saric, que se estaba convirtiendo en una pesadilla para los ademaristas.
dos oportunidades
Pero el Ademar estaba ante los suyos, que llenaban el Palacio Municipal. Su fulgurante salida en el segundo tiempo les acercó en el marcador a un solo gol (13-14). El título no estaba decidido. El Barça lograba sortear la presión del 5-1 blanco con un Nagy en vena de aciertos y Rutenka desdoblándose a los seis metros. Ademar respondía con el empuje visceral de Ruesga y Antonio García.
Pero el lateral catalán fue quien perdió un pase en el último minuto, con posesión para empatar. Aún recuperó su equipo el balón a falta de 10 segundos provocando la falta ofensiva de Juanín. El joven Jaime González vio hueco, lanzó en apoyo, pero Saric sacó la pierna y dio otro título al Barça, que cierra un año en el que ha vuelto a convertirse en el mejor equipo de balonmano del mundo.
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