El popular malechor Mad Frankie Fraser
"Marque 09111027143 para escuchar lo que Mad Frankie Fraser tiene que decir", aparece en la página web oficial del delincuente
más célebre de Inglaterra.
Esta especie de merchandising del malhechor es
consecuencia de los abrazos, peticiones de autógrafos y fotos que recibía el
bueno de Francis cuando paseaba por la calle.
Cuentan que incluso una mujer
puso su nombre al hijo que esperaba después de conocerlo: tras pasar casi media
vida en la cárcel (42 de los 90 años que llegó a cumplir) uno se convierte
hasta en caballero, una de las cualidades de las que presumía Frankie en los
últimos años de su vida.
Ese mismo periodo en el que recibía turistas para
guiarlos por los callejones y esquinas de Londres donde peleó, luchó o robó
durante su juventud.
Nació doce días antes de la Navidad de 1923, en el seno de
una familia pobre de Waterloo. A los cinco años desarrolló una meningitis tras
caer KO por un golpe que recibió mientras pedía para fumar.
Al parecer le cogió
gusto, porque sus años jóvenes los pasó boxeando como aficionado. También
jugaba al fútbol. En sus primeras andanzas le acompañaba su hermana Eva, una
ladronzuela como él que consiguió retirarse a tiempo.
La Segunda Guerra Mundial fue el escenario propicio para
desarrollar su vocación: desertó del ejército y se dedicó a saquear las casas
de los refugiados. "Nunca llegaré a perdonarles a los nazis que se
rindieran", bromeaba.
Su primer robo fue en una tienda, en 1941, y le cayeron 15
meses en Wandsworth, la primera de las 20 cárceles que pisaría durante los años
locos. De repente estaría metido en motines, robos de joyerías, peleas o
protegiendo a Billy Hill, otro inglés que vivía de espaldas a la Ley.
Y tras
pasar por otras tantas prisiones, donde los médicos le declararon oficialmente
chiflado en tres ocasiones, conoció a la banda de los Richardson. Con ellos
convirtió la vida de delincuente en una película.
Eran los 60 y en Inglaterra
se había creado un Estado paralelo de delincuencia: culminaron con el asalto al
tren del Correo que iba de Glasgow a Londres, conocido como Great Train
Robbery, donde se llevaron 2,6 millones de libras (48 millones de hoy en día).
Fraser escapó del lugar tras sobornar a un policía.
Su experiencia dentro de la
banda iría más lejos, y junto con los Richardson limó un método eficaz de
presión: la tortura. Frankie era el encargado de arrancar dientes con alicates,
entre flagelaciones y electrocuciones. Además, crearon Atlantic Machine, una
empresa con la que camuflar sus acciones y en la que la mafia tenía intereses.
En un descanso entre fechoría y fechoría se casó. Poco duró
la felicidad en el nuevo hogar pues al año siguiente, en 1966, cargó con la
muerte de un tipo tras una pelea en un club londinense. Él siempre mantuvo que
nunca disparó y al final, tras declarar los testigos, le fueron retirados los
cargos por homicidio. Aun así, la refriega añadiría un lustro más a su
expediente.
Le volaron la mandíbula en un tiroteo a la salida de un bar
y en su última estancia en la cárcel –finales de los 80– escribió sus memorias
en dos volúmenes, de los que llegó a vender alrededor de 100.000 ejemplares. Y
al salir participó en varios programas de radio y televisión.
También en el
cine, con la película Hard Men donde tuvo el papel de protagonista. Su leyenda
se agigantaría con el documental Mad Frank y la obra de teatro An Evening with
Mad Frankie Frase, con la que recorrería el Reino Unido. Se mantuvo hasta 2011
al frente de sus negocios y nunca dejó de fotografiarse con los fans que le abordaban
con alicates para rememorar su especialidad.
De sus cuatro hijos, tan sólo uno
no siguió sus pasos. Convertido en un héroe popular, su familia decidió apagar
la máquina que lo mantenía con vida tras sufrir una complicación en quirófano
días antes.
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