Protestas por Spanair

Cuando el pasado 27 de enero el tren de aterrizaje del Airbus 320 de Spanair se posó sobre la pista del aeropuerto de Copenhague, nada hacía pensar a Lennart Cromstedt que éste sería su último trayecto en la compañía para la que había trabajado durante 15 años. 

«Cuando bajé del avión me enteré de que ya no tenía trabajo... ni futuro. ¿Quién me va a contratar si el máximo que se pide son 30 años?», se duele ahora. 
Casi de inmediato, Lennart decidió ponerse de nuevo en marcha, esta vez en una épica carrera que por espacio de dos semanas le ha conducido desde Barcelona hasta la capital de España. Tras 800 kilómetros de por medio, ayer pisó la puerta del Sol y rindió sus zapatillas ante el oso y el madroño. 

«Tenía que hacer esto para que los españoles y las autoridades no se olviden de nosotros, los 2.000 empleados de Spanair. Enseguida hemos dejado de aparecer en los medios de comunicación y nadie se da cuenta de que se nos ha roto la vida», confirma en exclusiva a EM2 en pleno recorrido, cuando aún le faltaban algunos kilómetros para pisar suelo madrileño.

«De entrada, mi novia y yo no podemos vivir juntos. Ella también es azafata y ambos hemos vuelto al hogar familiar hasta que encontremos una manera de sostenernos económicamente. Queríamos tener un hijo, pero ahora...», declara con evidente tristeza. 

«Nos ha engañado la compañía y nos ha traicionado la Generalitat catalana, que nos prometió que seríamos su aerolínea nacional y ahora pasa de nosotros», afirma con rotundidad. «Muchos hicimos un gran sacrificio para trasladarnos a Barcelona desde nuestras anteriores bases porque nos prometieron que en Cataluña estaba el futuro de nuestra empresa», refiere. 

Estas semanas han sido todo un reto para Cromstedt, a pesar de su preparación como corredor de fondo. «Los últimos días he sufrido una tendinitis que me ha hecho llorar y gritar de impotencia», reconoce. «He dormido en hostales, en casas particulares... Como explicaba en Facebook por donde iba, en algunos sitios me esperaban», explica. 
Para sufragar los gastos del periplo, Lennart recibió casi 2.000 euros de sus ex compañeros de profesión y de algunos amigos. «He gastado sólo la mitad. El resto se lo voy a dar a otro auxiliar a quien acaban de diagnosticar un cáncer», revela. 

«No quiero politizar mi carrera, ni asociarla a ningún sindicato. No voy contra ningún partido, lo mío es un gesto por la justicia», asegura. 
Esta actitud de independencia ha motivado que el manifiesto sindical que se preveía leer a su llegada a la Puerta del Sol se haya sustituido por un sencillo mensaje de agradecimiento y denuncia. «¡Así no! Así no se pueden hacer las cosas. Los trabajadores somos personas y creo que no nos están tratando cómo tal», dijo ante los que esperaban su llegada. «Necesitamos que nos den una oportunidad, que nos den trabajo». 

Luego, de vuelta a una casa que no es ya la suya, mirando al cielo, confesó a EM2: «Me encanta mi trabajo, echo de menos volar».

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