Arte en pleno derecho

La presencia del mastodóntico museo Hermitage de San Petersburgo en el Prado se adscribe al énfasis más absoluto desde que ayer mismo su veterano director, Míjail Piotrovsky, recorrió las salas de la también fastuosa pinacoteca madrileña que albergan los fondos procedentes de Rusia que arrasan en las últimas semanas entre el público español (pues la peregrinación desde toda la geografía del país no deja de fluir en paralelo con la procesión de ávidos por contemplar de primera mano la nueva Gioconda). 
Visitar la muestra junto a él, que no tiene ningún reparo en reconocer que Damien Hirst es «arte de pleno derecho», significa retrotraerse al punto de arranque de una colección tan impresionante que alcanza los tres millones de obras (incluido un millón de monedas y medallas). Y la cantidad de piezas maestras resulta increíblemente elevada. Como resultado, surge uno de los principales problemas de tan admirable institución artística, todo un referente mundial junto al Metropolitan, el Louvre, la National Gallery o el propio Prado. 

Piotrovsky lleva dos décadas al frente del Hermitage, y se da la circunstancia de que su padre había permanecido en el cargo nada menos que 26 años.

O sea que él mismo es toda una institución. Además, ejerce como comisario de la exposición con joyas de su hogar, una retrospectiva que, según se anunció ayer, se prolongará más allá de mediados de marzo -justo hasta después de Semana Santa- una vez acreditados 400.000 visitantes desde que se inauguró el pasado 8 de noviembre. 
Pregunta.- Su gran quebradero de cabeza debe ser cómo y dónde almacenar la ingente colección de obras que posee el Hermitage. 

Respuesta.- Sólo entre un 7 y un 10% del volumen total se puede exponer en el museo. De hecho, casi se puede decir que lo más importante está en los almacenes. Pero hay que tener en cuenta que la función de los museos no es sólo mostrar las colecciones, sino estudiarlas y restaurarlas. Parece contradictorio, pero la solución pasa por crear unos grandes almacenes adecuados.

Se trata de dos edificios de seis plantas. El hecho de que estén abiertos al público hace que hasta un 80% de nuestras colecciones están accesibles al público. 
P.- ¿Y continúa el museo adquiriendo obras? 

R.- Sí, ahora estamos intentando mejorar nuestra colección de arte contemporáneo. 
P.- ¿Depende el Hermitage de la financiación pública? 

R.- Como un 60% de nuestros fondos económicos proceden de la Federación Rusa. Es una línea presupuestaria exclusiva. Y entre un 30 y un 40% viene de la venta de entradas. Después están los patrocinios privados de las exposiciones, aunque otras están financiadas por el Gobierno. Si un museo depende exclusivamente de las autoridades, entonces está muerto. 

P.- ¿Cuál cree que es el papel de un gran museo como el Hermitage en el siglo XXI? 

R.- Los museos son los guardianes del pensamiento del hombre. El arte nos sirve de inspiración para que podamos encontrar soluciones a muchos problemas. Yo suelo decir que todas las soluciones bellas son correctas. El Hermitage se ubica en una ciudad que es de por sí un museo. Las ciudades pueden aprender muchísimo de las instituciones culturales. Nosotros sabemos conservar nuestra imagen de marca y pensar a largo plazo. Un museo no debe buscar la rentabilidad inmediata. En Rusia, se dice que el nivel educativo ha bajado mucho. Por eso es muy importante el papel de los museos. 

P.- ¿Se preocupa por atraer al gran público? ¿Resulta demasiado caro para el ruso medio acceder a una institución artística como el Hermitage? 

R.- Bueno, tenemos que mejorar mucho todavía en ese aspecto. Debemos atrapar a los visitantes con descuentos. Hay que seguir cambiando la política social en este sentido. 
P.- Hablando de política, parece que el próximo presidente de Rusia va a volver a ser Vladimir Putin. ¿Notan ustedes algún cambio en la relación del poder con el museo cuando se produce un relevo en la cúpula? En España, ocurre a menudo que, cuando varía el signo político del Gobierno, también se producen modificaciones en los buques insignia culturales. 

R.- Conozco desde hace muchos tanto a Medvedev como a Putin porque ambos son de San Petersburgo. La verdad es que no creo que un cambio afecte al museo. Lo que sí me gustaría decirles es que no necesitamos revoluciones, necesitamos estabilidad. Los museos quieren cambios, claro que sí, pero siempre que sean moderados. 
P.- Ustedes están acostumbrados a cooperar con las pinacotecas más importantes del mundo, y ahora parece que se consolida su idílico entendimiento con el Prado. La prueba está en la exposición que podrá verse aquí hasta el 8 de abril, o en la muestra con fondos del museo que dirige Miguel Zugaza en el Hermitage, que atrajo a unos 630.000 visitantes. 

R.- Efectivamente. Nosotros mantenemos relaciones con el Metropolitan o con el Louvre, pero es verdad que ahora nos sentimos más cercanos -digamos espiritualmente- al Prado. Tal vez sea por la importancia, en ambos casos, de las colecciones reales y de la simbología implícita a esas piezas artísticas. Podemos decir sin ningún rubor que existe toda una familia museística a nivel mundial. Creo que nuestras relaciones son infinitamente mejores que entre las empresas o incluso entre los estados. [Risas]. 
P.- Usted lleva 20 años al frente de la nave del Hermitage y no deja de cosechar elogios internacionales por su labor. 

R.- Yo fui el primer director del Hermitage nombrado por un primer ministro, Igor Gaydar. Pero mi padre había permanecido en este mismo cargo 26 años. De manera que conozco muy a fondo la institución, incluidas las cosas malas que se han producido en todos estos años. 
P.- ¿A qué se refiere? 

R.- En ocasiones, uno descubre que una parte del edificio no está en buen estado. O, por ejemplo, hace seis años vivimos un asunto muy desagradable cuando se produjo un robo y el autor había sido un empleado del museo. Todo aquello resultó muy triste. 

P.- ¿Piensa continuar al cargo tanto tiempo como su padre? ¿La dinastía Piotrovsky en todo su esplendor? 

R.- Tengo claro que continuaré hasta el año 2014, que será cuando el Hermitage celebre su 250 aniversario. Pensamos hacer algo muy especial que ya estamos preparando. Por supuesto que sí. 

P.- ¿Y después? 

R.- Seguiré vinculado al museo de una u otra forma, pero el primer ministro deberá nombrar a otro director. Tampoco pasa nada porque en el museo somos como una familia. 
P.- Decía antes que se plantea mejorar la colección de arte contemporáneo. ¿Compraría, por ejemplo, a Damien Hirst? ¿Qué opina del arte contemporáneo imperante, como el británico? 

R.- El arte de hoy no hace más que desarrollar lo que procede de la tradición. Podemos ver a Damien Hirst como en su día a otros artistas realmente rompedores. Lo que pienso que puede afirmarse en toda regla es que se trata de arte de pleno derecho. Lo que sí veo es que, a veces, el arte de hoy tiene unos precios muy elevados, probablemente demasiado. 

[La conversación toca a su fin después de contemplar a su lado las obras maestras del Hermitage que alberga temporalmente el Prado. Frans Hals, Van Dyck, Rembrandt, Caravaggio, Picasso, Gauguin... la lista resulta tan fastuosa que el Prado se ha visto obligado a ampliar el tiempo de visitas. El propio Míjail Piotrovsky pudo comprobar el gran éxito cosechado por la muestra. Junto a él, unas señoras decían: «Qué preciosidad». El Hermitage sienta cátedra].

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